
En una de las cárceles más emblemáticas de Colombia, La Modelo de Bogotá, nació un proyecto que desafía los prejuicios y rompe las barreras entre quienes custodian y quienes son custodiados. Su nombre es Simbiontes, una banda de rock integrada por guardias del Inpec y personas privadas de la libertad, un grupo que demuestra que la música puede ser un puente entre dos mundos históricamente opuestos.
La idea que encendió una esperanza
“Simbiontes significa eso: la simbiosis, la necesidad mutua entre dos organismos para coexistir”, explica uno de sus fundadores, un dragoneante amante del metal, encargado del área de creación artística del penal. En medio de las rutinas carcelarias, los almuerzos apresurados y los días de encierro, él y varios internos comenzaron a “cacharrear” con guitarras y percusiones como una forma de distensión. Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en un proyecto con propósito: unir y sanar.
“Soy el guardián más feliz de Colombia porque puedo hacer lo que me apasiona en mi trabajo”, dice el funcionario. Por otro lado, está ‘El Profe’, un hombre privado de la libertad, quien antes fue intérprete de corno francés en la Orquesta Sinfónica de Bogotá. Su historia refleja que el arte puede transformar incluso los espacios más duros.
Le puede interesar: De ferretería de barrio a gigante que factura $160 mil ...
Una orquesta de segundas oportunidades
Uno de los integrantes recuerda cómo, siendo niño, descubrió su amor por la batería. Otro, soñaba con pertenecer a la orquesta del Inpec y logró hacerlo dentro de los muros. Mientras ‘Cabito’, recuerda el día en que empezó en el grupo: “Cuando me escucharon cantar me invitaron al grupo. Desde ahí volví a sentirme vivo”, cuenta.
Cada canción de Simbiontes nace del trabajo conjunto: el guitarrista trae una letra, el baterista un ritmo, y entre todos van armando las melodías. “Esa es nuestra verdadera simbiosis”, explica uno de los internos. “Aquí no hay jerarquías, somos iguales creando”.
La música como libertad
En prisión, cada pequeño espacio de creación se convierte en una fuga simbólica. “Cada vez que toco con Simbiontes, me fugo”, confiesa uno de los músicos privados de la libertad. “La música me saca de aquí, me ayuda a sobrellevar esta montaña rusa que es estar preso”.
Para otros, el proyecto es un bálsamo emocional que suaviza la rutina del encierro. Los operativos de control, las requisas o los días sin esperanza se hacen más llevaderos cuando hay ensayo. “Simbiontes es mi carrito para subir esta montaña rusa. Es el lugar donde descanso, donde soy libre por un rato”.
Un vínculo que desafía los estigmas
En un entorno donde la desconfianza suele separar a guardianes e internos, esta banda derriba muros simbólicos. “Queremos demostrar que no tenemos que ser enemigos. Guardias e internos podemos trabajar juntos, como personas”, afirma uno de los fundadores.
El diálogo dentro del grupo va más allá de la música: se comparten historias, dolores y aprendizajes. “Cuando hablas con ellos, entiendes de dónde vienen. Muchos crecieron en violencia, sin oportunidades. ¿Cómo juzgarlos sin entenderlos?”, dice uno de los dragoneantes.
El proyecto ha cambiado las percepciones a ambos lados del uniforme. En los ensayos y presentaciones no hay jerarquías, solo músicos. “Aquí nadie ve al guardia ni al preso. Somos compañeros, amigos, hermanos. Todos cuidamos este espacio porque sabemos que es un privilegio”, agregan.
Resonando más allá de los muros
Su primera presentación fue en la reclusión de mujeres, donde el público los recibió con ovaciones. Desde entonces, Symbiontes ha crecido de manera inesperada. “Nadie pensó que llegaríamos tan lejos. Ahora soñamos con presentarnos fuera, con mostrar que aquí también hay talento y esperanza”, dice uno de los dragoneantes con orgullo.
El grupo se ha convertido en un símbolo de resocialización real. “Queremos demostrar que el cambio sí existe. No es de la noche a la mañana, pero se puede. Hay gente que no quiere cambiar, sí, pero muchos sí lo intentan”, reconoce uno de los fundadores.
También le puede interesar: De vendedor a CEO de Makro: la inspiradora historia de ...
Una lección desde dentro
El mensaje de Simbiontes trasciende la música: es una invitación a la empatía, el perdón y la reconstrucción social. “En la vida hay muchas alternativas más allá de la delincuencia”, reflexiona uno de los integrantes. “Si cometiste un error, reconócelo, aprende y busca otro camino”.
El proyecto también plantea una reflexión más profunda sobre la convivencia: “Si en una cárcel podemos trabajar juntos sin bandos ni polos opuestos, ¿por qué no hacerlo afuera? Ojalá los políticos y los grupos enfrentados entendieran eso”.
Más que una banda, una hermandad
Hoy, Simbiontes sigue ensayando entre guitarras, tambores y risas. Para algunos, este grupo significó reencontrarse con su propósito; para otros, una forma de sanar heridas. “Gracias a Simbiontes tengo la banda que siempre soñé. Irónicamente, la encontré aquí, en la cárcel”, dice uno de los músicos con una sonrisa.
Dentro de los muros de La Modelo, el eco de sus canciones recuerda que la libertad también puede sonar a rock.