Ignacio Arizmendi Posada

Exdecano de la Facultad de Comunicación de la UPB.

Excolumnista de El Colombiano y El Mundo (Medellín), El País (Cali), El Tiempo y Revista Cromos (Bogotá).

Autor de 15 libros de historia y ensayo.

Ignacio Arizmendi Posada

Cosas claras en un país oscuro

El continente americano comenzó a poblarse de humanos hace entre 12 mil y 14 mil años, según unos estudios, o entre 30 mil y 25 mil años, según otros. Lo cierto es que el poblamiento fue estimulado por el deseo de aquellos seres humanos de hallar zonas para mejorar sus condiciones de vida. Pasados miles de años, el país (cuya área estimada es 1.140 km2) comenzó a recibir gentes de distintos rasgos y rangos, procedentes de otras secciones de nuestro planeta, también en busca de mejores opciones cotidianas, perspectiva en la que era inevitable entrar en conflicto tanto con quienes yacían aquí como con los que llegaban.

▪ Los conflictos se desataban porque esos primeros habitantes actuaban en busca de tomar los mejores segmentos de tierra y otros recursos de cara a vivir, como ya se dijo, en mejores circunstancias valiéndose de acciones como sembrar, cultivar, pescar, cazar, disponer de bienes ajenos, explotación de otros bienes. Panorama que en buena parte precedió la llegada, en el siglo xv, del Almirante Colón y las posteriores acciones colonizadoras.

▪ El arribo de los “extranjeros” generó choques con los habitantes. Al fin y al cabo, los fines de los conquistadores y pobladores europeos para asegurar una mejor vida eran apropiarse de los espacios de la Corona española y sus súbditos, más la reducción de los niveles de desigualdad, algo que las gentes del común todavía no tenían muy claro o lo aceptaban con resignación.

▪ Así llegamos a la lucha por la independencia política de nuestro país respecto de la península, panorama también movido por el ánimo de vivir mejor en lo político, lo económico, lo social, lo cultural y otros frentes, objetivo que –hay que decirlo- no incluía de modo contundente a las personas más desprotegidas. De tal modo, los desencuentros y luchas formaron parte crucial de la apetencia de variar las condiciones, para lo cual acudieron a sangrientas guerras civiles, sin que fueran una revolución social a fondo, aunque ya la dirigencia política y social, en general, tenía las cosas más precisas.

▪ La conciencia de asegurar una mayor calidad de la existencia poco a poco se expandía en el territorio que nos quedara luego de finalizar la “calentura” de la guerra de la independencia y las partidistas, lo que condujo a que distintos líderes buscaran no quedarnos solo en la conciencia de vivir mejor, sino pasar a la acción, esto es, especificar los derechos y echar mano de medios pertinentes para ejercerlos. 

▪ Es claro que la creciente conciencia de derechos y medios, en un país con un poco más de cincuenta millones de habitantes, espera acciones precisas de gobernantes y ciudadanos para llegar a puertos concretos y no ahogarse en un mar de saliva y odio. La búsqueda continua de mejores condiciones de vida debería conducirnos a los colombianos sinceramente interesados en el progreso de la gente y la sociedad a formular un excepcional acuerdo en tal sentido. Nuestra historia indaga y espera.

INFLEXIÓN. Vale la pena recordar a Lamartine cuando decía: “Para pensar es necesario alejarse de la multitud; para actuar, confundirse con ella”.

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Ignacio Arizmendi Posada
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