El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, viajó esta semana a Estados Unidos para sostener reuniones con representantes del Gobierno norteamericano. A primera vista, podría parecer un gesto de apertura internacional, pero en realidad se trata de un acto de profundo irrespeto al orden constitucional colombiano y, sobre todo, de una nueva muestra de su permanente desconexión con la ciudad que debería estar gobernando.
La Constitución Política de Colombia es clara: la dirección de las relaciones internacionales corresponde de manera exclusiva al Presidente de la República. Ni los alcaldes, ni los gobernadores, ni ninguna otra autoridad territorial pueden arrogarse esa competencia. Que Gutiérrez se reúna en Washington con funcionarios del Gobierno de Estados Unidos sin contar con la autorización del Ejecutivo Nacional no es un detalle menor: es una intromisión en la política exterior y una afrenta a la soberanía nacional. La diplomacia no se maneja desde los caprichos de un gobernante local, sino desde una política de Estado definida por el Presidente como jefe de Estado y jefe de Gobierno. Lo que Fico hizo en su periplo internacional no solo es jurídicamente cuestionable, sino políticamente temerario.
La segunda cara del viaje es aún más dolorosa. Justo cuando Medellín necesitaba un alcalde presente, tras el atentado ocurrido esta semana en la ciudad, Gutiérrez decidió estar en otra parte. La ciudadanía lo ve reiteradamente ausente en los momentos de crisis: pasó con los picos de homicidios que vivimos en meses anteriores, pasó cuando se cuestionó la falta de políticas claras de convivencia, y vuelve a pasar ahora. Medellín necesita un líder que enfrente los problemas de seguridad, no un mandatario que prefiere tomarse fotos en Washington mientras la ciudad sangra.
Cada vez toma más fuerza de que Fico nunca quiso ser alcalde, de que fue una orden dada por su jefe político directo o tal vez un premio de consolación por mal perdedor. Es increíble la desatención a la ciudad, los alarmantes indicadores en temas de violencia y homicidio. Pero, cada vez que la ciudad lo necesita, el alcalde está por fuera. Se vuela un pedófilo de la ciudad y Fico de vacaciones; se cae una cabina del metrocable y el alcalde por ningún lado. Esta semana atacaron a la infraestructura de la ciudad mientras Fico estaba más preocupado por jugar a ser el presidente que no fue ni será.
La situación de seguridad de Medellín no da espera. El atentado de esta semana confirma que estamos en un punto crítico, donde lo que se necesita es un alcalde concentrado en coordinar la respuesta institucional, fortalecer la convivencia y garantizar la protección de los ciudadanos. Pero Fico insiste en el camino equivocado: el de la autopromoción y la agenda internacional sin sustento legal ni coordinación con el Gobierno Nacional.
La lección es clara: Medellín no puede darse el lujo de tener un alcalde que siempre está ausente cuando más se le necesita. Gutiérrez debería recordar que fue elegido para gobernar Medellín, no para improvisar como canciller de bolsillo. Nuestra ciudad requiere presencia, liderazgo y soluciones reales, no más viajes mediáticos que dejan al descubierto su falta de compromiso con Medellín.