
El 13 de junio de 2025, Israel activó la Operación Rising Lion, una de las ofensivas militares más delicadas y calculadas de su historia reciente. Bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, el Estado israelí confirmó ataques dirigidos contra instalaciones nucleares clave en Irán, como Natanz y Fordow, además de centros de misiles balísticos y laboratorios secretos. El objetivo: frenar lo que consideran un “punto de no retorno” en el programa atómico iraní.
Netanyahu, en declaraciones posteriores, no solo justificó la ofensiva como un acto de defensa preventiva, sino que fue más allá: habló de eliminar amenazas existenciales y provocar un cambio de régimen en Teherán. Un mensaje tan audaz como peligroso. “El mundo está mirando. Nosotros actuamos”, dijo en tono desafiante.
La ofensiva dejó cientos de muertos en su primer fin de semana, entre ellos, científicos iraníes, comandantes de la Guardia Revolucionaria, y decenas de civiles atrapados en las zonas de impacto. Irán, por su parte, respondió con un aluvión de misiles sobre territorio israelí, y advirtió que se reserva “todo el derecho a una respuesta total y devastadora”.
Este no es un ataque más. Es un giro sísmico en el tablero geopolítico de Oriente Medio, que ocurre en medio del debilitamiento de acuerdos internacionales sobre energía nuclear, la retirada de Washington del liderazgo global y la creciente influencia de potencias como Rusia y China en la región.
Netanyahu, acostumbrado a desafiar el equilibrio diplomático, parece estar apostando su legado —y quizá su propia supervivencia política— a esta operación. No solo busca desactivar la amenaza nuclear iraní. Busca reposicionar a Israel como un actor militar con margen de acción propio, sin esperar el beneplácito de Washington ni la aprobación de Naciones Unidas.
Pero este rugido del “león ascendente” también trae consigo la amenaza de una guerra regional total. Líbano, Siria, Irak y Yemen ya están en alerta máxima. Los mercados tiemblan, y las cancillerías del mundo buscan contener la escalada antes de que todo arda.
Porque esto no se trata solo de Irán o Israel
Se trata del delicado hilo de la estabilidad global, de los límites del poder preventivo, y de esa delgada línea entre la seguridad y la destrucción. ¿Hasta dónde puede llegar una nación en nombre de su defensa? ¿Y qué tan cerca estamos de un nuevo abismo?