
Daniel Quintero inauguró su campaña presidencial con una propuesta de esas que buscan espuma más que debate: regalar cuatro millones de lavadoras en cuatro años de gobierno. Lo presentó bajo el nombre Colombia te cuida, citando cifras del DANE: las mujeres dedican en promedio 7 horas y 45 minutos diarios al trabajo doméstico, mientras los hombres apenas superan las 3. Según Quintero, una lavadora liberaría hasta 10 horas semanales para que ellas entren al mercado laboral y, de paso, haría crecer el PIB en 0,5 % anual.
La idea se vistió de justicia social, pero terminó oliendo a populismo en ciclo rápido. Porque reducir la desigualdad y la brecha de género a un electrodoméstico gratuito no es política pública: es marketing electoral disfrazado de progresismo.
Y ahí surge la pregunta incómoda: ¿por qué no ofrecer capacitaciones, educación o programas de empleo para las mujeres, en lugar de prometerles cómo ahorrar tiempo lavando ropa? ¿De verdad la emancipación femenina cabe en una lavadora?
La respuesta irónica no tardó. Santiago Botero, precandidato presidencial, le contestó en redes: “lavadoras y secadoras”. Una frase corta que bastó para desnudar la propuesta y convertirla en un chiste viral.
El problema es más profundo: mientras el país se desangra entre inseguridad, corrupción y pobreza, el debate presidencial se centrifuga en torno a electrodomésticos. Quintero logró titulares, sí, pero no por soluciones reales: lo hizo reduciendo la política a un catálogo de memes.
Colombia no necesita lavadoras ni secadoras. Necesita líderes que se atrevan a lavar la política de verdad, arrancar la mugre de la corrupción y planchar las arrugas profundas de un país cansado de tanta espuma electoral.