Los colombianos viven la tragedia de pagar arriendo eterno. Colombia es el país más atrasado en vivienda propia en América. La casa propia es dignidad; es esperanza; es la escuela más grande y más pequeña del mundo; y es un derecho que debe garantizar el estado. Quien no tiene casa propia no tiene patria.
Según el Dane, solo el 39% de las familias tienen casa propia. O sea, el 61% de las familias no son propietarias. Somos 18.4 millones familias; y de ellas, 11 millones de familias sin vivienda propia. Como cada familia en promedio se conforma por 2.9 miembros, Colombia tiene 32 millones de personas sin casa propia.
Según Portafolio, en 2023 se vendieron 96.057 viviendas vis y en 2024, 100.206. Si se deseara dar a todas las familias vivienda propia, al ritmo de 100.000 anuales, nos demoraríamos 102 años; hasta el año 2127.
En Colombia, solo el 39% de las familias tienen casa propia; vergonzosa cifra. En Paraguay el 82% tiene casa propia. En Perú, el 76%. En Brasil, el 72.7%. En Bolivia, el 72.2%. En México, el 67.8%. En Panamá, el 63.5%. En Chile, el 61.1%. En Ecuador, el 61%. En Uruguay el 57%. Y en Venezuela, el 84.87%, dato oficial cuestionado. Colombia ocupa el deshonroso último puesto en vivienda propia en América Latina. Y si se consulta más, Colombia es el peor país en América en vivienda propia.
Millones de familias sin vivienda propia desnuda una catástrofe y un flagelo social que, en silencio, destruye el tejido social, ante la indiferencia de los gobiernos. Hay que llenar a Colombia de ideas para superar esta severa inequidad.
Se necesita volver a la idea de que cada Gobierno entregue al menos un millón de viviendas y que los subsidios sean ilimitados. La vivienda propia es el espacio donde nace la esperanza y se fortalece la unidad de la patria. Una casa, más que paredes, es un lugar para construir tejido social y paz. Si el pueblo tuviera casa propia no se necesitarían procesos de paz; una familia con casa propia defiende su entorno, su barrio, y su ciudad. Un ciudadano sin casa propia siempre está de paso.
Una casa propia no es solo un martirio para los adultos. Millones de jóvenes sueñan angustiados con la oportunidad de su propia vivienda. 32 millones de personas sin casa propia es un flagelo lacerante que desnuda en carne viva la inequidad, y hiere la dignidad humana. Donde hay un techo seguro hay una patria fuerte. La verdadera libertad, empieza con las llaves de la casa propia en las manos.