El 14 de mayo de 2025 será recordado como un día de gran relevancia para Colombia y para América Latina. Nuestro país oficializó su adhesión a la Nueva Ruta de la Seda, un ambicioso proyecto global de conectividad e infraestructura impulsado por China, que busca tejer una red de relaciones económicas, tecnológicas y culturales entre múltiples regiones del mundo. Este no es solo un paso más en las relaciones bilaterales con una de las potencias más grandes del siglo XXI, sino un verdadero hito que proyecta a Colombia como un actor regional con ambición global.
El acuerdo del plan de cooperación para la adhesión a la Ruta de la Seda fue suscrito por el Presidente de la República, en ejercicio de sus facultades como jefe de gobierno. Es importante destacar que dicho documento no constituye un tratado formal, ni un memorando de entendimiento, ni un compromiso con obligaciones legales; se trata, más bien, de una expresión de voluntades entre naciones soberanas que buscan aprovechar sinergias y avanzar conjuntamente en el desarrollo. Por esta razón, no requiere la aprobación del Congreso.
Ahora, durante del IV Foro Ministerial China-CELAC, hubieron muchos anuncios postivos para Colombia, El presidente chino Xi Jinping, anunció un paquete significativo para América Latina y el Caribe, con créditos por más de 9.200 millones de dólares (casi 39 billones de pesos colombianos). Estos recursos serán canalizados hacia proyectos que impulsen el desarrollo económico, la infraestructura, la transición energética y la innovación tecnológica en nuestra región. En total, se anunció un crédito equivalente a 35,6 billones de pesos para la CELAC, enmarcado en cinco programas estratégicos: solidaridad política, desarrollo económico, intercambio cultural, promoción de la paz y conectividad pueblo a pueblo.
Estos cinco programas no solo delinean una hoja de ruta clara para fortalecer la cooperación sino que también ofrecen un marco para que Colombia lidere la integración regional desde una perspectiva inclusiva y estratégica. Por ejemplo, el Programa de Desarrollo está orientado a fomentar inversiones en sectores clave como energía renovable, minería estratégica, telecomunicaciones, economía digital e inteligencia artificial. En este sentido, Colombia ha presentado ante más de 40 empresas chinas oportunidades concretas de inversión, especialmente en electromovilidad, transmisión y distribución de energía, y minería para la transición energética. La apuesta por un futuro sostenible y por el aprovechamiento de nuestras ventajas competitivas es clara y contundente.
Además, Colombia dio un paso estratégico al formalizar su solicitud para ingresar al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de los BRICS, comprometiéndose a aportar más de 500 millones de dólares en capital. Esto le permitirá acceder a créditos con condiciones favorables para financiar proyectos prioritarios en infraestructura, energías renovables y salud. Más allá de los beneficios financieros, esta decisión posiciona a Colombia como un actor relevante en un sistema global donde las economías emergentes buscan mayor autonomía y un papel más equitativo en la toma de decisiones internacionales.
Este conjunto de avances no solo tiene un impacto económico sino también político y cultural. La adhesión a la Ruta de la Seda y la participación activa en la CELAC ponen a Colombia en el centro de un proceso de integración regional renovado, donde la cooperación solidaria, el intercambio cultural y la promoción de la paz son componentes esenciales para el desarrollo sostenible y la estabilidad. El Programa de Civilización, por ejemplo, impulsa el intercambio cultural y la protección del patrimonio, mientras que el Programa de Paz fomenta la seguridad regional y el desarme.
Finalmente, el Programa de Conectividad Pueblo a Pueblo, que busca ampliar becas, formación docente y facilitar los intercambios culturales, pone a las personas en el centro de esta transformación. La conectividad no es solo física o comercial, sino también humana, cultural y social.
Colombia está tomando un camino que va más allá del comercio o la diplomacia tradicional, se trata de una estrategia integral que abre oportunidades para posicionarnos como un país que no solo crece económicamente, sino que también promueve la innovación, la sostenibilidad, la cultura y la integración regional. Esta apuesta reafirma nuestro compromiso con una América Latina unida, autónoma y preparada para enfrentar los desafíos del siglo XXI, con una visión clara y ambiciosa para el futuro. El paso dado el 14 de mayo no es solo un logro diplomático, es el inicio de una nueva era para Colombia y para nuestra región en el mundo.