El ingreso de Colombia al Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) representa una oportunidad estratégica para avanzar hacia un modelo de desarrollo más autónomo, sostenible y conectado con las prioridades del Sur Global. Se trata de una decisión con implicaciones políticas y técnicas de gran calado, que debemos comprender no solo como una alternativa financiera, sino como un paso necesario para apalancar proyectos estructurantes, como lo sería la construcción de un canal interoceánico en el país.
El NBD, creado en 2014 por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), comenzó a operar en 2015 con sede en Shanghái. Su misión es financiar infraestructura y desarrollo sostenible en economías emergentes, priorizando energía limpia, conectividad regional, agua potable, transporte multimodal y digitalización. A diferencia de otros bancos multilaterales, el NBD no impone condicionalidades políticas ni limitaciones macroeconómicas restrictivas. Su diseño responde a una visión más equitativa del orden financiero internacional: todos los países fundadores tienen un voto, sin derecho a veto, y las decisiones se toman en condiciones de igualdad.
Actualmente, el banco cuenta con un capital autorizado de 100.000 millones de dólares, de los cuales 50.000 millones ya están suscritos (10.000 millones pagados y 40.000 millones en capital callable). Puede otorgar hasta 34.000 millones de dólares anuales en financiamiento y mantiene una calificación crediticia AA+ otorgada por S&P y Fitch, lo cual le permite obtener recursos a bajo costo en los mercados internacionales y transferir esas condiciones ventajosas a sus países miembros. Además, el NBD ha promovido activamente el uso de monedas locales en al menos el 30 % de su cartera, reduciendo la dependencia del dólar y los riesgos cambiarios.
Hasta la fecha, el banco ha aprobado más de 120 proyectos por cerca de 39.000 millones de dólares, en sectores clave para el desarrollo con justicia social y ambiental. En India, por ejemplo, el NBD financió la construcción de la línea 4 del Metro de Chennai con un préstamo de más de 340 millones de dólares, beneficiando a cientos de miles de usuarios diarios y reduciendo significativamente la huella de carbono en una de las metrópolis más pobladas del mundo. En Brasil, el banco otorgó un préstamo de 300 millones de dólares a la empresa estatal SABESP para fortalecer el sistema de saneamiento en el estado de São Paulo, mejorando el acceso al agua potable para millones de personas. En China, invirtió más de 400 millones de dólares en la expansión de la línea 6 del metro de Qingdao, una obra clave para la movilidad urbana y la descongestión del tránsito. Y en Sudáfrica, financió con más de 200 millones de dólares la segunda fase del proyecto hídrico binacional Lesotho Highlands, una infraestructura que asegura el suministro de agua para la región más densamente poblada del país y que, al mismo tiempo, genera energía hidroeléctrica limpia en Lesotho.
Colombia aportará 512 millones de dólares para ingresar como miembro pleno del NBD, lo que habilita acceso preferencial a créditos blandos y asistencia técnica para estructurar proyectos de alto impacto. Uno de ellos, sin duda, podría ser el canal interoceánico colombiano, que conectaría el Golfo de Urabá con la costa del Pacífico en el Chocó. Este corredor, que puede desarrollarse como una infraestructura ferroviaria o hídrica, reduciría tiempos y costos logísticos, integraría el Caribe con el Pacífico, dinamizaría el comercio y transformaría positivamente las condiciones sociales en una de las regiones más olvidadas del país.
Contar con el respaldo del NBD permitiría financiar este megaproyecto en condiciones soberanas, con préstamos de largo plazo, opciones de financiamiento en moneda local y sin que el país deba asumir compromisos macroeconómicos lesivos. Además, el banco facilita sinergias con los países del Sur Global, lo que permitiría intercambiar experiencias, tecnología y modelos de gobernanza aplicables a obras de esta envergadura.
El ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo no es una maniobra táctica, es una apuesta de país. Es un paso firme hacia una mayor autonomía financiera, hacia una política exterior más plural y hacia una visión del desarrollo que prioriza la equidad territorial y la inversión en infraestructura estratégica. Como presidente de la Comisión Segunda de la Cámara de Representantes, y como colombiano comprometido con el futuro del país, invito al Gobierno Nacional, al Congreso y a la ciudadanía a respaldar esta decisión y a verla no como un gesto diplomático, sino como una herramienta concreta para transformar nuestro territorio y nuestra inserción en el mundo.