En las últimas semanas ha ganado notoriedad en TikTok una tendencia aparentemente inofensiva pero profundamente reveladora llamada: “escucho, pero no despido”. En este formato, empleados ironizan en formato de video sobre los errores cometidos en entornos laborales, solo que esta vez lo hacen en frente de sus jefes. De ahí el nombre de la tendencia.
En comunicación estratégica, las redes sociales pueden ser herramientas poderosas para mostrar cercanía, autenticidad y hasta vulnerabilidad. Pero cuando se trivializan los errores laborales mediante contenidos virales, se corre un riesgo serio: convertir en chiste lo que, en realidad, es una falla estructural del clima organizacional.
Un riesgo para el clima y la reputación
El humor puede ser un canal poderoso, sí, pero solo cuando va acompañado de acciones que validan las preocupaciones de los equipos. Además, en un entorno digital donde la línea entre lo interno y lo externo se ha difuminado por completo, este tipo de contenidos impacta directamente en la reputación de las organizaciones. Si una empresa siente que debe reaccionar o participar en estas tendencias, debería hacerlo desde la reflexión, no desde la burla. ¿Por qué no usar ese mismo trend para mostrar una política real de escucha activa y de consecuencias concretas? ¿Por qué no aprovechar el lenguaje de las redes para construir confianza en lugar de deteriorarla?
Es importante destacar que las organizaciones que han estado participando activamente en este trend de TikTok comparten algunas características. La gran mayoría son pequeñas organizaciones que buscan sumarse a las tendencias que van popularizándose en la red y que se comparten mediante tonos coloquiales y desparpajados. Sin embargo, hay algo inquietante en esta manera de hacer contenido: el disfraz de humor organizacional muchas veces esconde dinámicas internas que merecen ser analizadas con más cuidado.
En este trend, el jefe aparece sentado en una silla al frente, y sus colaboradores o empleados están de pie detrás de él. La escena arranca cuando el jefe, con tono solemne o burlón, dice la frase: “Escucho pero no despido”. Luego, les pasa el micrófono a sus empleados, quienes confiesan en cámara errores cometidos en el trabajo. El jefe asiente, repite la misma frase, y pasa el micrófono al siguiente. Todo esto sucede con una sonrisa y un ritmo coreográfico que busca viralidad. Pero la pregunta es: ¿qué clima organizacional permite y promueve este tipo de exposición?
La intención puede ser ligera: mostrar un equipo con buena vibra, capaz de reírse de sí mismo, donde el error no es motivo de castigo. Pero, en la práctica, lo que vemos es una dinámica en la que el jefe se mantiene sentado, escuchando desde una posición de poder, mientras los colaboradores, en fila, confiesan públicamente sus fallos. El efecto simbólico es claro: se refuerza la jerarquía, se naturaliza el control y se da a entender que la “tolerancia” del jefe es un regalo, no una política de gestión saludable del error.
Seguir trends de forma acrítica puede llevar a las organizaciones a reforzar prácticas que en lugar de fomentar la confianza, generan ansiedad. ¿Qué pasa si un empleado no quiere participar en el video? ¿Qué ocurre si siente que su error no es un chiste? ¿Quién decide qué errores son válidos para ser contados? Este tipo de contenido, que busca mostrarse como reflejo de una cultura laboral flexible, puede terminar siendo una caricatura de la vulnerabilidad en el trabajo.
Desde una perspectiva de comunicación organizacional, este tipo de prácticas también expone el límite difuso entre lo interno y lo externo. Un error que antes se hablaba en privado, en una conversación uno a uno, ahora se convierte en contenido digital para ganar seguidores. La lógica del entretenimiento se filtra en la lógica laboral, y eso tiene consecuencias: puede trivializar los procesos de mejora, generar presión por mostrarse “relajado” y convertir la cultura del error en un espectáculo.
Además, no podemos perder de vista el sesgo de escala. Es fácil imaginar este trend en una panadería, en una pequeña agencia creativa o en una tienda de barrio. Pero, ¿sería posible imaginarlo en una multinacional o en una institución pública? ¿Con qué protocolos? ¿Con qué consecuencias legales? La informalidad que hace simpático al trend es, al mismo tiempo, una alerta para pensar cuán preparados están estos pequeños negocios para gestionar profesionalmente sus relaciones laborales.
En el fondo, el trend “Escucho pero no despido” es una expresión más de un fenómeno creciente: la necesidad de las empresas por mostrarse humanas, cercanas, hasta vulnerables, en sus canales digitales. Sin embargo, en el intento por parecer modernas, algunas organizaciones están adoptando dinámicas de exposición que pueden ir en contra del bienestar emocional de sus empleados.
El humor en el trabajo es valioso. La autocrítica también. Pero cuando ambos se convierten en parte de una puesta en escena diseñada para alimentar algoritmos, conviene preguntarse si no estamos vaciando de sentido aquello que decimos promover: una cultura de escucha, empatía y aprendizaje. escuchar no es un acto performativo, ni una pose para redes. Escuchar de verdad implica incomodarse, revisar prácticas, ceder poder y transformar el entorno de trabajo desde la empatía, no desde el espectáculo. Si los errores son una oportunidad para crecer, ¿por qué convertirlos en contenido de consumo rápido? Las organizaciones no necesitan más “trends”, necesitan más coherencia entre lo que comunican y lo que practican.
En tiempos donde todo parece comunicarse, lo más revolucionario puede ser escuchar sin grabar, corregir sin exponer, y liderar sin necesidad de micrófono.