Se nos volvió paisaje la violencia que sufren territorios y comunidades a merced del clan del golfo, ELN, disidencias y disidencias de las disidencias. Mientras tanto el Presidente de la República, Comandante Supremo indiferente de la Fuerza Pública, insensible al "plan pistola". Retrocedimos 40 años en la historia, cuando el narcotráfico instauró una de las estrategias más despiadadas y cobardes de las organizaciones criminales. ¿Es indiferencia, incapacidad, permisividad o complicidad con fines electorales?
Cuando los ataques sistemáticos contra policías y soldados se intensifican, el gobierno debe hacer presencia, liderar, manifestarse con determinación y actuar. Sin embargo, la respuesta oficial ha sido tibieza, por no decir una franca complicidad y alianza con criminales para perseguir fines electorales. Al tiempo que policías y soldados caen en emboscadas y son asesinados a traición, el mensaje gubernamental es complaciente, con declaraciones que oscilan entre llamados a la paz y a la reconciliación, pero sin acciones contundentes que garanticen el respeto por quienes defienden el Estado de Derecho.
El problema no es solo el tono del discurso presidencial, sino su improvisada politica de “paz total” que mientras deliberadamente fortaleció las organizaciones criminales, intencionalmente debilitó la moral y las capacidades de la Fuerza Pública. ¿Dónde está la estrategia, las tácticas y capacidades claras para enfrentar esta amenaza? ¿Cuáles son las medidas concretas para garantizar la seguridad de nuestros policías y soldados? La Fuerza Pública no solo enfrenta hoy una guerra desigual en las calles, sino también la indiferencia de sus propios dirigentes.
El gobierno, en su afán electoral, distrae al país con el manoseo político del día del trabajo, de Bolívar y de su espada. Entre tanto, en Colombia no hay garantías para unas elecciones libres y justas. Las organizaciones criminales, a punta de amenazas, proselitismo armado y plata sucia, ya están alineadas de nuevo con los intereses electorales del pacto histórico para la reelección. El mensaje del gobierno: señores del clan del golfo, del ELN y demás, pueden estar tranquilos, sus acciones criminales seguirán ocurriendo sin consecuencias inmediatas. Al gobierno no le importa ni le duele que asesinen policías y soldados.
El impacto de esta indiferencia es moral y destructor de la confianza. Los miembros de la Fuerza Pública sienten que su sacrificio es despreciado y los ciudadanos perciben una erosión de la autoridad del Estado. Y, finalmente, los grupos violentos encuentran un espacio para avanzar en sus propósitos sin una barrera contundente que les impida continuar con sus actos criminales.
La seguridad, la gobernabilidad y el Estado de Derecho requieren firmeza, claridad y resultados. Un gobierno que titubea ante el crimen organizado, tibio, insensible e improvisador, no solo pone en peligro a sus policías y soldados, sino que también expone la sociedad a un deterioro progresivo del orden público.
Hoy más que nunca, Colombia necesita un liderazgo que entienda la gravedad de la situación y que actúe con determinación. Un gobierno que le inspire miedo a los criminales, pero confianza a la Fuerza Pública y seguridad a los ciudadanos. Nuestros soldados y policías no pueden ser víctimas de estrategias criminales sin una respuesta de apoyo moral contundente en autoridad y orden. Es momento de exigir acciones reales, porque la indiferencia ante la violencia no solo lastima a quienes la padecen directamente, sino que afecta la viabilidad del país.