La democracia se desenvuelve en escenarios cada vez más complejos. La polarización, el lenguaje agresivo y los insultos crecen de manera alarmante a medida que se acercan las fechas electorales de 2026 decisivas para el futuro del país. Estos fenómenos son amenazas reales que erosionan la confianza ciudadana.
Frente a este panorama, resulta inaplazable actuar. La democracia no se sostiene sola; necesita acciones concretas para protegerla y fortalecerla. También demanda sabiduría institucional, que inspire confianza y garantice convivencia y votar en paz.
En esa dirección ha surgido una estrategia que se consolida poco a poco y que apunta a convertirse en una convicción colectiva: la paz electoral. Una apuesta que va más allá de lo coyuntural y que pretende instalarse como un compromiso permanente de todos los actores políticos y sociales.
La iniciativa ha sido impulsada con firmeza por el Procurador General de la Nación, Gregorio Eljach Pacheco, quien ha insistido en diversos escenarios sobre la importancia de garantizar un voto libre: “El ciudadano debe poder ir a las urnas sin presiones, sin angustias, sin que se le ponga una fuerza física para torcer su voluntad o se le amague con el recurso económico con ese fin”.
Y es que la democracia vive en un estado de estrés constante. Todo aquello que represente un ataque contra su estabilidad debe ser rechazado con contundencia. En esa lógica, la paz electoral se convierte en un blindaje necesario frente a los abusos que buscan desnaturalizar la voluntad ciudadana.
El propósito del Procurador General es claro: proteger la democracia como un patrimonio común. Para lograrlo, se hace urgente que la sociedad en su conjunto asuma la paz electoral como propia, que deje de ser un discurso institucional y se convierta en un hábito ciudadano, en una causa compartida que trascienda diferencias.
Este esfuerzo exige más diálogo, empatía y cercanía. Solo así podremos transformar la paz electoral en una realidad absoluta, donde cada persona, institución y movimiento político se convierta en garante de la protección democrática.
La paz electoral debe verse como una oportunidad. Representa un amplio catálogo de soluciones frente a cualquier intento de manipular la voluntad popular. Nos recuerda que el verdadero poder está en el voto libre y consciente.
Al final, lo que está en juego no es solo un proceso electoral, sino la esencia misma de la democracia. Defender la paz electoral es defender la posibilidad de decidir en libertad, sin miedo ni presiones, para sostenernos como sociedad sobre la base del mejor invento político que hemos creado: la democracia.