Trump jamás ha gustado de don Bárbaro ni nada que huela a chavismo. Desde su primer mandato, buscó que la tiranía cayera; sin embargo, el plan de John Bolton (asesor de seguridad nacional de su momento) fracasó.
En este segundo mandato se ha decidido por una idea más arriesgada ya que aparentemente Trump se ha la jugado por la guerra según las maniobras militares en el Caribe, muy a diferencia del enfoque de paz global que viene impulsando en Oriente Medio, Europa, África y Asia. En apariencia, la estrategia para el Caribe sería contradictoria y, en algunos momentos, poco creíble.
A su favor Trump podría decir que se negoció hasta último momento y el régimen narco-chavista se negó a cualquier salida de orden pacífica. Solución: el uso legítimo de la fuerza.
En el trasfondo de este enfoque se aprecia, por un lado, que el narco-chavismo quiere llevar a Trump al último extremo de su presión y que, a pesar de todo, no use la fuerza tal como su estrategia de paz global lo sugeriría; por su lado, Trump no quiere usar la fuerza, pero sabe que, si no la utiliza-como ultima ratio- quedaría como un fanfarrón después del despliegue militar que ha hecho sobre las aguas del Mar Caribe.
Así, pues, el objetivo estratégico de la Casa Blanca es que el chavismo salga del poder. Con que don Bárbaro caiga, podría ser suficiente para impulsar un cambio de régimen (hacia la democracia) que es lo que legítimamente se pretende.
Para ello, han optado por maniobrar algunas tácticas como: 1. construir lentamente un cerco naval, 2. anunciar un posible despliegue de infantería, 3. aislar a Venezuela con un cierre del espacio aéreo y 4. dejar correr rumores de todo tipo y supuestas informaciones.
Desde septiembre, más de 22 botes de drogas han sido destruidos y 80 traficantes dados de baja y se especula que el más grande portaviones (USS Gerald Ford) ha atracado en Trinidad y Tobago; por ahora, con certeza solo se sabe que el USS Gravely ha hecho parte de las maniobras militar conjuntas entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago, a 7 millas de las costas venezolanas. La visita de Marco Rubio, a la premier Kamla Persad Bissessar, confirmó que ambas partes sellaron un pacto bilateral de seguridad y asuntos energéticos con el propósito de quebrar la dependencia de Venezuela.
Los Estados Unidos han reactivado la base naval Roosevelt en Ceiba, Puerto Rico, en República Dominicana, Pete Hegseth (Secretario de Guerra) logró recientemente un acuerdo que autoriza a los EE. UU. a utilizar un acceso temporal a “áreas restringidas” del Aeropuerto Internacional Las Américas (AILA) y de la Base Aérea de San Isidro para operaciones antinarcóticos y de reabastecimiento de aeronaves, transporte de equipo y personal técnico; por último, en Guyana los intereses que tienen en la protección de la ExxonMobil y en la estabilidad del Esequibo han afianzado una estable relación bilateral que incluye cooperación en asuntos estratégicos según se apreció, en la visita del Secretario Rubio, en el pasado mes de marzo.
A todo esto, se han sumado algunos refuerzos navales como como el USS Mahan, USS Bainbridge, USS Winston Churchill, USS Mitscher y el USS Forrest Sherman. En este cuadro geopolítico se debe ubicar la “Atlantic Undersea” para juegos de guerra naval que funciona en las Bahamas y, por supuesto, la base naval de Guantánamo.
Para hacer un despliegue anfibio, los Estados Unidos han movilizado más de 15.000 efectivos (aunque para una invasión terrestre se necesitarían entre 100.000 y 150.000 efectivos) que se encuentran esperando la orden para desembarcar y ejecutar cualquier operación terrestre tal como lo sugirió Trump hace un par días. Para operaciones de desembarco anfibio, los Estados Unidos cuenta con el USS Iwojima y dos navíos (San Antonio) para tareas logísticas, destructores de misiles guiados como los USS Jason Dunham, USS Stockdale, USS Gravely, USS Lake Erie y el USS Gettysburg, también un submarino nuclear, USS Newport, y la fragata -o buque de combate litoral- USS Wichita. A este arsenal se ha sumado el portaviones USS Gerald Ford que moviliza aviones F-35 Y F/A18 y helicópteros.
Igualmente, Trump ha hablado del cierre del espacio aéreo que le garantizaría, en apariencia, tener el control territorial de Venezuela. Parte de la flota aérea se compone de aviones caza F-35, bombarderos estratégicos B-52, B1BLancer o bombarderos estratégicos supersónicos, P-8 o aviones de patrullas marítima y de guerra antisubmarina, por último, vehículos aéreos no tripulados MQ-9 de vigilancia y combate.
Además, se encuentra la base aérea militar Soto Cano ubicada en Comayagua, Honduras, que funciona como una base conjunta entre la Fuerza Aérea Hondureña y las fuerzas militares de Estados Unidos. Se debe tener en cuenta que al igual que en el caso dominicano, en los aeropuertos internacionales de Comalapa en El Salvador, Curacao y Aruba, los Estados Unidos pueden ejecutar cualquier tipo de operación aérea.
Para ir cerrando, el juego sicológico ha incluido una extensa lista de rumores que han “filtrado” como el de la operación de milicianos liderados por Erik Prince, el de la supuesta traición de Delsy Rodríguez, quien cobraría los 50 millones de dólares por concepto de recompensa y que había una serie de generales que estarían tramando un clásico golpe gracias a las operaciones encubiertas de la CIA. Declaraciones del mismo Trump como decir que no viajen a Venezuela o que viene un ataque terrestre (¿Por qué no en Colombia?) hacen parte del juego para que Maduro y sus secuaces, altamente presionados, cometan un error o abandonen el país y, sin disparar un solo tiro, el régimen caiga.
En términos, muy generales, este podría ser un resumen de las tácticas que viene maniobrando la Casa Blanca para buscar, por vía de la máxima presión, la salida de don Bárbaro y empujar la restauración democrática como única garantía de estabilidad y paz en la región.
