Jacobo Solano

Periodista y escritor colombiano-italiano, artista visual y conceptual, creador de contenidos digitales y contador de historias del mundo.

Jacobo Solano

Mi encuentro con el Papa Francisco, un cubrimiento histórico

El sepelio del Papa Francisco dejó en mí varias reflexiones en el plano espiritual y profesional. Marca un antes y un después en mi carrera por todo lo que representa un evento de estas características, que antes solo estaba reservado para los corresponsales de las grandes cadenas del mundo y que hoy, debido a la diversificación de comunicación, un periodista independiente como yo pudo cubrir. Desde que llegué a la plaza de San Pedro, sabía que lo más importante era estar con la gente, palpar ese sentimiento de los fieles que llegaron por miles y que hacían una cola de 4 horas para ver al Santo Padre en su última morada. Ahí me encontré con personas de todas las nacionalidades, especialmente de Latinoamérica, que se dieron cita para despedir a nuestro papa, porque así lo sentían, cercano y muy nuestro. Vi monjas de casi todos los países del mundo, al igual que sacerdotes como Fray Guillermo Muñoz de Colombia, que hace un año sabático espiritual en Siena, una ciudad encantadora de la Toscana, y me resumió al papa Francisco en una frase: Es la sintonía del evangelio en el hoy de la humanidad.

Luego seguí hasta cruzar la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, que solo se abre cada 25 años por ocasión del jubileo. Esta vez, le dio la bienvenida a más de 200,000 fieles que la cruzaron en los tres días que estuvo expuesto el féretro. Cada vez más cerca de mi encuentro con el Santo Padre; tenía una mezcla de emoción y ansiedad. Mucha gente caminaba igual que yo, otros lloraban por lo que les causaba ver por última vez al pastor de los pobres, los inmigrantes y las minorías excluidas, como los negros y las comunidades LGTBI. Cada paso que daba en ese espacio me acercaba al objetivo, hasta que por fin llegué. Ahí estaba Francisco en su ataúd de madera, totalmente sencillo, recubierto por una tela roja. Él estaba impecable, con un rostro que parecía el de un santo y con algo que me llamó la atención: portaba sus botines viejos, dando muestras de esa humildad que lo caracterizó. Lucía con poco maquillaje y sin arreglos excesivos. Se sentía una energía maravillosa alrededor, a su lado la tumba del apóstol San Pedro, custodiada en el fondo por el Baldaquino de Bernini, una imponente obra de arte con bordes y figuras doradas en sus columnas.

Fueron no más de 20 segundos en los cuales tuve al frente, a dos metros de distancia, al papa Francisco para darle las gracias por tantos aportes que hizo abriendo la iglesia y acercándola a la gente. Un papa progresista que visitó muchos rincones del planeta con un mensaje esperanzador. También pedí por la paz del mundo, por mi familia y amigos, y especialmente por aquellos que, en mi ejercicio del periodismo, me ha tocado denunciar y que no me quieren. Fue un momento conmovedor que me arrancó lágrimas y que nunca voy a olvidar. Algo inexplicable sintió mi corazón; me quería quedar ahí por siempre, pero tenía que continuar buscando más información. Justo en ese momento vi llegar al presidente de Francia, Emmanuel Macron, al lado de su esposa, uno de los más poderosos del mundo. Con bastante humildad y respeto, se acercó al féretro para despedirlo. Luego llegó el presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, con la expresidenta Dilma Rousseff. Fue un momento contradictorio porque, a pesar de que estaba muy cerca de mandatarios tan importantes, no podía ejercer el periodismo. Tenía muchas ganas de hacerle, así fuera una sola pregunta, para saber algo más de este mundo tan convulsionado, pero la estricta guardia vaticana no permitía sacar celulares para grabar. Entendí entonces que era un momento sagrado que tenía que respetar.

Salí de la Basílica con el alma fortalecida y luego continué hasta la tribuna de prensa para seguir con un cubrimiento verdaderamente histórico para mi carrera como periodista, que marca un antes y un después por todo lo que representa estar en un evento donde estaban todos los medios más importantes del mundo. Compartí con periodistas de las cadenas NBC y CBS, al igual que Telemundo y Univision de EE. UU., la RAI de Italia y la cadena SER de España, así como enviados de periódicos importantes como el Washington Post, The New York Times, Le Monde de París, Corriere della Sera de Roma y muchos más. Y ahí estaba yo con mi celular, una cámara, un trípode, dos micrófonos y 2 baterías para tomar las primeras impresiones de todo lo que pasaba. Fue algo muy importante interactuar con tantos profesionales de los cuales uno aprende para seguir en esta tarea de hacer periodismo. Llegó la noche y presencié algo que me impactó: muchas palomas volaban en círculo sobre la plaza, algo que me maravilló.

Al otro día fue un poco más difícil porque llegaron más de 150 delegaciones del mundo y el trabajo se hizo más complicado para moverse de un lado a otro, ya que había mucha seguridad para los 50 presidentes del mundo, entre ellos Trump y Zelensky que tuvieron una reunión esperanzadora. En la Plaza de San Pedro había 250,000 personas, algo impresionante. Luego, inició una misa solemne bajo un sol brillante; ese día en Roma lucía engalanada para despedir al Papa de todos los tiempos. Antes de que terminara la misa, salí corriendo de la tribuna de prensa porque tenía el tiempo calculado para llegar a uno de los puentes cercanos en el río Tiber para hacer unas tomas cuando saliera el féretro en el Papa móvil. Justo alcancé a llegar y, a los 8 minutos, pasó el Papa, donde pude palpar el cariño de la gente que lanzaba rosas y aplaudía incesantemente. Se trató de un momento histórico que difícilmente podré olvidar por todo lo que representó: vivencias, emociones, información en todas partes, personalidades y mucha fe. Solo me resta darle las gracias a Dios y al Papa Francisco por poder vivir algo que me deja una profunda huella en mi corazón.

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Jacobo Solano
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