Elegir entre los exministros Bonilla, Chuspa y nuestro protagonista, Carlos Ratón, para escribir esta nota editorial, no fue fácil. Aunque los tres desfilan por el mismo iter criminis, me decidí por este último, en vista de lo grotesco de los hechos que rodean este nuevo acápite, que, dicho sea de paso, no son menos deleznables que los de los dos primeros roedores en mención.
Las imágenes en los medios de comunicación registrando a Carlos Ramón González, de fiesta en Nicaragua, celebrando su impunidad, emparrandado y enrumbado, lo dicen, todo. Es escuetamente, la demostración patente de la burla, a la justicia; del cinismo demostrativo de que el crimen en este país, sobre todo en este momento, sí paga. Es una vergüenza nacional que un delincuente de semejante laya, perseguido internacionalmente con circular roja de Interpol, este disfrutando a sus anchas en una fiesta en la madriguera de Nicaragua. Y lo más grave: todo esto gracias a los apoyos y ayudas del gobierno nacional que permitieron y tramitaron la estadía y la solicitud de asilo de este delincuente, de este criminal, de este bandido para que hoy pueda estar de fiesta en un jolgorio en el país centroamericano, que, como Venezuela, recibe y alberga facinerosos y es una administración cómplice de la depravación estatal colombiana, en la que hoy nos tiene sumidos Gustavo Petro.
Cuando se voló este malhechor y se supo de su paradero en Centro América, resguardado bajo el régimen de Ortega, escribí para el diario El País un editorial que rotulé “A que te cojo Ramón…”, en donde expuse la gravedad de este bochornoso episodio y sus delicadas consecuencias. Hoy, este pillo, no solamente es prófugo de la justicia, no obstante, las persecuciones judiciales internacionales, sino que se le ve disfrutando en un festejo, bailando y gozando como cualquier persona que legítimamente pueda disfrutar y disponer de su libertad. Es un pícaro que no tiene límites ni mucho menos temor, porque sabe que está respaldado por la delincuencia interestatal, en este caso, liderada por Petro y secundada por su cómplice Ortega.
La fiesta en la que González, estaba haciendo gala de su talento para la danza y tirando pasos prohibidos, fue organizada en el Teatro Nacional Rubén Darío y el anfitrión era nada menos que la propia Cancillería colombiana, esto es aún más deshonroso. Mientras los colombianos honestos y los funcionarios honorables de la rama judicial colombiana, esperan la llegada de este individuo que tiene que comparecer ante la justicia a responder por lo que se robó en el entramado de la corrupción de la UNGRD, que espero que encienda sus aspas con las capturas de Bonilla y Chuspa, el ratón aun no esta preso y anda de parranda. Sí, una parranda vallenata en Managua fue el escenario de juerga del criminal, presumiendo su estatus de fugitivo de manera desvergonzada, mientras ingenuamente algunos esperan su extradición; indignante por decir lo menos. Pero esto tampoco asombra, el talento para delinquir y evadir la acción de la justicia de los integrantes del combo del dictadorzuelo con ínfulas imperiales no tiene límite. Su ingenio, agudeza y prolífica capacidad inventiva para hacer el mal y burlarse de las instituciones, es inconmensurable.
Es que en la fiesta también están robando. Resulta que el festín, como lo anuncian sus carteles, fue un evento organizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, con recursos del erario que se nutre de los bolsillos de los contribuyentes, lo cual hace más gravosa la conducta y mas nauseabunda, a los ojos de la más sutil de las veedurías. Esto, si estuviéramos en un país serio, no aguantaría la más mínima intervención de un organismo de control judicial, administrativo y fiscal. El cuento y la estantería se cuentan y se caen solos.
Desde la óptica puramente jurídica y judicial, no se pude olvidar que el tratado de extradición entre Colombia y Nicaragua, tal y como está suscrito no permitirte que González pueda evadir la justicia, ya que, no se trata de un delito político y no existían motivos legales que pudieran invalidar la solicitud. El instrumento internacional, dispone que la extradición puede ser rechazada únicamente si el delito cometido es de índole político o si el reato no está tipificado en los países parte. Sin embargo, los delitos que se le imputan a González, como corrupción y lavado de activos, son plenamente reconocidos y punibles tanto en la legislación penal colombiana como en la de Nicaragua, lo cual deja sin piso jurídico que su extradición pudiera ser rechazada. Lo que sí deja por montones son señalamientos y sospechas.
Como si fuera poco, a los organizadores del festejo, miembros de la Fiscalía General de la Nación, a los funcionarios de la Cancillería y a todos los que tuvieron que ver en esta sinvergüencería, les cabe el proceso disciplinario y eventualmente, el penal. Por eso apoyo la declaración y solicitud que hiciera la congresista Jennifer Pedraza manifestando que, la conducta permisiva o encubridora de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores y del cuerpo diplomático en Nicaragua y la posible inacción prolongada de la Fiscalía para hacer efectiva la captura de un ciudadano requerido por la justicia, afectan gravemente confianza pública, la imagen institucional del Estado colombiano y los principios básicos del servicio público.
Una más de las tantas que aún nos faltan por padecer. Esta vez el turno fue la para la “Noche Vallenata Colombia” que ampliamente nos mostró que el ratón González, no estaba preso y andaba de parranda.
Abrazo cálido. Seguimos trabajando y aguantando. Falta poco.
