Amores líquidos: crisis de compromiso en la era del vacío

Mié, 24/09/2025 - 10:23
El diálogo auténtico permite ver a la pareja no como un “personaje útil” sino como un ser humano con historia y dignidad.
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Cortesía Alexander Sinn

Las parejas contemporáneas atraviesan una crisis silenciosa: la dificultad para comprometerse, construir proyectos de vida estables y sostener el vínculo cuando surgen los inevitables conflictos. Muchas relaciones terminan por malentendidos mínimos, por miedo a formar una familia o por la incapacidad de enfrentar juntos los desafíos de la vida. Lo que antes era un pacto de permanencia, hoy se percibe como una carga que atenta contra la libertad individual.

El sociólogo Zygmunt Bauman llamó a esta tendencia “amor líquido”, una forma de relación frágil y desechable, donde el vínculo se diluye con la misma rapidez con que apareció. El problema es profundo y toca las raíces de la cultura actual: velocidad tecnológica, precariedad económica y vacío existencial.

Causas de la fragilidad en las parejas actuales

1. La aceleración tecnológica

Vivimos en la era de la inmediatez. Las redes sociales y las aplicaciones de citas han convertido al amor en un catálogo infinito de posibilidades. La persona se reduce a una foto, un perfil o un “like”. Esa facilidad para conectar tiene un costo: se pierde la paciencia para construir lentamente la confianza.
El amor necesita tiempo y escucha, pero la cultura de lo inmediato nos entrena para lo contrario. Ante la primera decepción, el impulso no es dialogar, sino deslizar el dedo y buscar otra opción.

2. La precariedad económica

El costo de vida, la inseguridad laboral y la inestabilidad financiera generan temor. Para muchos jóvenes, comprometerse con una pareja o tener hijos parece una decisión imprudente en un mundo incierto. El argumento económico se convierte en justificación para evitar proyectos a largo plazo.
Pero detrás de esa excusa suele esconderse otro miedo más profundo: el miedo a asumir responsabilidad.

3. El vacío existencial

Más allá de lo tecnológico y lo económico, lo que sostiene la crisis de pareja es la falta de propósito vital. Cuando no hay una dirección clara en la vida, el otro se convierte en un refugio frágil, una tabla de salvación que se quiebra ante la primera tormenta.

Aquí la logoterapia de Viktor Frankl nos ofrece una clave esencial: el ser humano no se realiza por placer ni por poder, sino por sentido. Si una relación no conecta con un propósito superior —valores, misión, trascendencia— inevitablemente se resquebraja.

El aporte de la logoterapia

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Cortesía Markus Winkler

La logoterapia parte de una verdad contundente: el hombre puede soportar cualquier dolor si tiene un para qué que lo sostenga. Esta perspectiva aplicada a la vida de pareja ilumina un camino distinto al de la fragilidad actual.

  • Amar es elegir un sentido: no basta con sentir afecto; la relación debe responder a una misión compartida. Una pareja sólida se pregunta: ¿Qué propósito nos une?
  • El valor del sacrificio: en una cultura que idolatra la comodidad, la logoterapia recuerda que el amor requiere esfuerzo, renuncias y paciencia. No como carga, sino como expresión de libertad: elegir quedarse cuando es más fácil huir.
  • El sufrimiento como oportunidad: las discusiones, los malentendidos y las crisis no son pruebas de que la relación fracasó, sino momentos en los que puede revelarse su verdadero valor. El dolor compartido, visto desde el sentido, une más que la euforia pasajera.
  • La trascendencia: el amor auténtico siempre apunta más allá de sí mismo: a los hijos, al servicio, a la creación conjunta. Una relación que se encierra solo en la gratificación mutua tarde o temprano se asfixia.

Orientaciones para sobrellevar la crisis de pareja

1. Recuperar el diálogo profundo

El amor líquido se alimenta de la superficialidad. Romper esa dinámica implica rescatar el arte de la conversación: mirar al otro a los ojos, escuchar sin interrumpir, preguntar por los sueños y miedos. El diálogo auténtico permite ver a la pareja no como un “personaje útil” sino como un ser humano con historia y dignidad.
 
2. Elegir valores que trascienden la emoción

El enamoramiento es efímero; lo que sostiene la relación son los valores: fidelidad, solidaridad, respeto, fe compartida. Cada pareja debería preguntarse qué valores elige encarnar juntos. Cuando los afectos flaquean, los valores mantienen la dirección.

3. Comprender que el amor es decisión

Frankl lo expresó con claridad: “Amar no es solo un sentimiento; amar es un acto de voluntad”. Comprometerse significa decidir amar incluso en los días de cansancio, incluso cuando la pasión no es tan intensa. Es en esa decisión donde la libertad humana se engrandece.

4. Dar un sentido al dolor compartido

Toda relación atraviesa pérdidas, enfermedades, frustraciones. La logoterapia enseña a transformar el sufrimiento en testimonio de amor: estar junto al otro en la adversidad se convierte en el lenguaje más alto del compromiso.

5. Cultivar la trascendencia

Una pareja fuerte no se agota en sí misma. Encuentra sentido en algo más grande: educar hijos, servir a otros, crear proyectos que trasciendan lo individual. El amor se robustece cuando se abre al mundo.

Un horizonte compartido

La crisis de los amores líquidos refleja una cultura obsesionada con el instante y temerosa de la permanencia. Sin embargo, no estamos condenados a esa fragilidad. Cada persona puede elegir comprometerse desde el sentido, no desde la utilidad.

El amor auténtico no es posesión ni consumo; es encuentro de libertades que deciden caminar hacia un horizonte compartido. Y ese horizonte, como enseña la logoterapia, se construye siempre alrededor de un valor mayor que uno mismo.

Reflexiones para un nuevo camino

Las parejas que hoy dudan de comprometerse o terminan por malentendidos mínimos no son débiles: son el espejo de una sociedad que aún no sabe hacia dónde quiere ir. El desafío es recuperar la capacidad de elegir valores, de sostener vínculos más allá de la comodidad, de descubrir juntos un sentido que valga la pena.

El amor dejará de ser líquido cuando vuelva a ser raíz: flexible, sí, pero capaz de sostenerse en cualquier tormenta porque está anclado en lo más profundo del ser humano.

Creado Por
Armando Martí
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