La vida de Ángela María Escobar: de víctima de abuso a líder social

Mié, 12/11/2025 - 10:58
Víctima de violencia sexual en la guerra, Ángela María Escobar renació para liderar la defensa de los derechos de miles de mujeres.
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En Bello, Antioquia, creció Ángela María Escobar, una mujer de raíces trabajadoras y espíritu fuerte. Su vida parecía avanzar entre los retos cotidianos de una familia sencilla hasta que, la noche del 26 de abril del año 2000, el destino se fracturó.

Tres hombres armados —paramilitares que operaban en El Peñol— irrumpieron en su casa. Entre ellos estaba un comandante. La golpearon y la violentaron con brutalidad. Aquel acto atroz no solo dejó heridas físicas, sino una marca que transformó su existencia para siempre.

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El exilio y la lucha por sobrevivir

Tras el ataque, Ángela fue amenazada de muerte y obligada a huir. Su padre la rescató al día siguiente y la llevó a Medellín, donde comenzó un doloroso proceso de sobrevivencia.
Sin recursos, sin apoyo y con el trauma a cuestas, vivió en la calle, soportó hambre y rechazo, incluso el de su propia familia. En medio de la desesperanza, intentó quitarse la vida dos veces.

Durante esa etapa oscura, se vio obligada a ejercer la prostitución para no morir de hambre. “Vendía mi cuerpo y sentía que me seguían violando”, confiesa con una honestidad que duele.

Renacer al borde de la muerte

Una grave úlcera perforada la llevó al límite. En el hospital, mientras luchaba por su vida, le pidió a Dios una nueva oportunidad. Y esa súplica fue el comienzo de su transformación.

Aprendió manualidades, empezó pequeños talleres y conoció a otras mujeres desplazadas. Juntas encontraron refugio en la palabra y la empatía. En ese entorno descubrió que no estaba sola: miles de mujeres compartían historias de violencia y silencios impuestos.

Romper el silencio y alzar la voz

Cuando decidió denunciar su agresión, se topó con la revictimización institucional. Funcionarios que dudaban de su relato, preguntas crueles y miradas de desconfianza. Sin embargo, esa experiencia la impulsó a luchar no solo por su justicia, sino por la de todas.

En ese proceso conoció a Pilar Rueda, defensora de derechos humanos, quien la invitó a participar en un proyecto psicosocial con víctimas de violencia sexual del conflicto armado. Allí, Ángela comprendió el poder de la palabra colectiva.

Con otras mujeres, fundó la Corporación Mujer Sigue Mis Pasos, inspirada en el legado de la activista Angélica Bello, y más tarde la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, donde sobrevivientes, abogadas y psicólogas unieron fuerzas para cambiar la historia.

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De víctima a constructora de leyes

Desde esa red, Ángela se convirtió en una pieza clave en la creación de la Ley 1719 de 2014, la primera norma en Colombia redactada con la participación directa de víctimas de violencia sexual.

 La ley reconoció estos crímenes como de guerra y de lesa humanidad, y garantizó atención integral y reparación.

 Su liderazgo también impulsó la creación de jornadas colectivas de denuncia, un modelo que desarrolló junto con la OIM y la Embajada Británica, donde las instituciones viajan a las comunidades para recibir testimonios en entornos seguros y dignos. Gracias a esta iniciativa, se han registrado más de 1.600 denuncias.

La sanación a través del arte y la memoria

Ángela ha sido parte de procesos históricos ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad, aportando siete informes sobre violencia sexual en el conflicto.

También participó en el proyecto Fragmentos, de la artista Doris Salcedo, martillando junto a otras 19 mujeres el metal fundido de armas de las FARC. “Cada golpe era liberar un poco del dolor”, recuerda. Ese acto simbólico, dice, la ayudó a reconciliarse con su historia y a comprender que el arte también puede reparar y dignificar.

Un compromiso sin descanso

Desde Bogotá, continúa liderando la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales y promueve la creación de un Hospital de la Paz, especializado en atención a víctimas de violencia sexual. Critica las fallas del sistema y exige que las mujeres sean tratadas con humanidad, sin juicios ni prejuicios.

Su voz ha resonado en escenarios internacionales en Ginebra, México y Estados Unidos, donde representa la resistencia y la dignidad de las colombianas.

El poder de sanar a otras

Aunque reconoce que las cicatrices permanecen, Ángela María Escobar se ha convertido en una mujer en paz consigo misma. “Yo vengo de la universidad de la calle —dice—, pero he aprendido que el dolor se transforma en fuerza cuando se comparte.”

Hoy, su vida es una bandera contra el silencio. Llama a las mujeres a hablar, a denunciar y a sanar en comunidad. “El miedo nos encadena, pero la palabra nos libera”, repite.

Y a la sociedad le exige memoria y compromiso: “La violencia sexual no es un hecho; es un delito. Y el silencio nunca puede ser su cómplice.”

 

Creado Por
Valerie Michelle Skinner Parra
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