La victoria del conservador José Antonio Kast en Chile (58% en segunda vuelta frente a la oficialista Jeannette Jara) reactivó una conversación vieja: la idea de que América Latina se mueve por rachas ideológicas, como si hubiera turnos entre izquierda y derecha.
¿Qué son (y qué NO son) estas "olas"?
En ciencia política, la "ola roja" (o marea rosa) y la "ola azul" funcionan como metáforas descriptivas. Sirven para nombrar concentraciones temporales de victorias de gobiernos que comparten una familia ideológica y, a veces, temas parecidos. Pero no son una ley histórica ni un modelo de pronóstico: ayudan a ordenar el mapa, no a adivinar el próximo presidente. La marea rosa suele referirse a la expansión de gobiernos de izquierda o centroizquierda desde fines de los 90 y los 2000, asociada, según el caso, a reacción al neoliberalismo y a ciclos económicos más favorables.
En cambio, la "ola azul" o giro conservador etiqueta periodos de corrimiento hacia derechas, muchas veces explicados como respuesta al desgaste de los oficialismos, crisis económicas y, más recientemente, seguridad y migración como ejes. En estudios en inglés aparece incluso como "blue tide" o "conservative wave".
Kast y la lectura de "ola azul"
Si "ola azul" se entiende como un clima que premia orden, mano dura, control migratorio y ajuste/eficiencia del Estado, Kast encaja, dado que su campaña fue centrada en crimen e inmigración y promesas de recortar gasto.
Ese paquete dialoga con otras victorias recientes, cada una con su propio sello: Javier Milei en Argentina (2023), empujado por el hartazgo con la inflación; Nayib Bukele reelegido en El Salvador (2024) con su política de seguridad como bandera; el regreso de Donald Trump en EE. UU. (2024), con economía e inmigración dominando la discusión; y Daniel Noboa en Ecuador (2025), con la seguridad como tema principal.
¿Colombia 2026? Hipótesis, no profecía
Con este lente se puede plantear una hipótesis plausible: si crece la fatiga con el gobierno, la seguridad sube en la agenda y la oposición logra competir unificada en segunda vuelta, aumenta la probabilidad de un giro hacia centroderecha/derecha. Pero el mismo mapa regional muestra frenos: México eligió continuidad en 2024 con Claudia Sheinbaum, Brasil volvió a escoger a Lula en 2022 tras Bolsonaro, y Colombia ya rompió lecturas lineales en 2022 con la victoria de Gustavo Petro.
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Cuando la "ola" no se cumple
Dos recordatorios útiles: en 2002, Álvaro Uribe ganó en primera vuelta empujado por un driver doméstico (seguridad y conflicto armado), aunque en la región empezaban a consolidarse gobiernos de izquierda.
La crítica académica más fuerte es que las "olas" aplanan diferencias y convierten matices en un solo eje. Usadas con rigor, sirven como contexto regional y obligan a bajar a mecanismos concretos: economía, seguridad, migración, corrupción, reglas electorales, coaliciones y candidatos. Ahí sí dicen algo. Cuando se usan como bola de cristal, suelen fallar.
