Todo comienza como en una película romántica. Risas constantes, mensajes a todas horas, mariposas en el estómago y una atracción casi magnética. Esa etapa inicial en la que el amor parece perfecto y el mundo gira en cámara lenta tiene un nombre: la fase de luna de miel. Pero, como muchas historias de amor, esta etapa tiene fecha de caducidad. ¿Por qué se termina y qué se puede hacer al respecto?
Expertos en relaciones de pareja han analizado a fondo este fenómeno para entender no solo su duración, sino también su función biológica y emocional.
¿Qué es realmente la fase de luna de miel?
“La fase de luna de miel es profundamente romántica, emocionante y espontánea”, explica Pat Bathurst, terapeuta matrimonial y familiar. En esta etapa, las personas están intensamente fascinadas la una por la otra, y la atracción física suele estar en su punto más alto.
Pero no se trata solo de emoción: también es ciencia. Cuando nos enamoramos, el cerebro se ve inundado por un cóctel de oxitocina, dopamina y norepinefrina, neurotransmisores que activan las mismas zonas cerebrales que la cocaína. “Esta euforia cumple una función evolutiva: nos impulsa a vincularnos con otros seres humanos”, señala Jennifer Melancon, asesora profesional licenciada, para Vogue España. Es, en esencia, un proceso natural diseñado para fomentar la conexión emocional.
Sin embargo, tanta química puede nublar el juicio. “Durante esta etapa, es común pasar por alto comportamientos problemáticos o señales de alerta”, advierte la terapeuta de parejas Sara Miller. Las primeras discusiones, los hábitos tóxicos de comunicación o la falta de límites pueden no ser evidentes cuando se mira a través del filtro del enamoramiento.
Lo que en otro momento sería un motivo de preocupación —como la necesidad excesiva de atención o el coqueteo constante con otras personas— puede parecer inofensivo o incluso encantador durante la fase de luna de miel.
¿Cuánto dura?
No hay una duración universal. Para algunos, esta fase puede extenderse durante dos años; para otros, apenas unas semanas. No obstante, desde el punto de vista neurofisiológico, la mayoría de los expertos coinciden en que la luna de miel suele durar alrededor de seis meses, cuando los niveles hormonales relacionados con el bienestar alcanzan su punto máximo.
Pero hay factores externos que pueden acelerar su final: “El estrés, las responsabilidades diarias y el cambio de prioridades pueden hacer que esta etapa se acorte”, apunta Beverley Andre, también terapeuta matrimonial.
¿Cómo saber que ha terminado?
El fin puede llegar con la primera gran discusión, con la pérdida de interés sexual o simplemente con la aparición de rasgos que antes pasaban desapercibidos. “Es cuando se empieza a ver al otro con más claridad”, explica Miller. La euforia se disipa y da paso a una visión más realista de la relación.
El sexo, que antes era frecuente e intenso, puede volverse más esporádico y menos apasionado. Pero esto no significa que la relación esté condenada. Por el contrario, los expertos aseguran que esta etapa es una oportunidad de transición hacia una conexión más profunda y auténtica.
