Las palomas a lo largo de la historia en la simbología espiritual han tenido un lugar muy importante como emisarias de paz y de esperanza. Valores estos, hoy desarraigados por la violencia que padecemos, gracias a la ausencia de autoridad y el desgobierno. No se necesita ser colombófilo para entender lo que significa ver una paloma blanca con una ramita de olivo en su pico. Esto ha sido secularmente parte de un lenguaje más pneumatiko que sarkiko, como decían los antiguos griegos, en referencia a la espiritualidad.
Esto que hoy leen, más que una nota editorial se erige como un escrito contentivo de una pieza histórica valiosa y un elemento material probatorio (de cosas buenas), de tantos que he ido recabando mientras pedaleo la vida.
Hace un par de semanas, una persona que goza de mi admiración, reconocimiento y amor, me compartió los versos que hoy les presento dedicados a Paloma Valencia, quien, al momento de la confección de estos, no era candidata a la presidencia de Colombia, con lo cual, esas líneas que están impregnadas de intelecto y talento artístico también tienen su componente mágico; en su momento fue un vaticinio. El ilustre creador del texto poético es mi tío abuelo el Pbro. Alfredo Becerra Calero, ordenado en la comunidad de Los Vicentinos; posteriormente ofició como sacerdote Diocesano en Palmira y dedicó su vida al estudio, a la escritura de alto nivel, al sacerdocio y al latín; un erudito y un hombre muy serio en esta materia.
Por esto último, entre otras razones, forjó una estrecha amistad con el expresidente Guillermo León Valencia Muñoz, abuelo de Paloma. Mi tío le traducía al latín los textos al otrora señor presidente quien los escribía en excelso castellano. Guillermo León y Alfredo eran amigos y compartían tertulias intelectuales enriquecedoras y edificantes; de esas que hoy ya casi no se ven.
Entre 2016 y 2017 mi tío Alfredo compuso estas geniales líneas a Paloma, en vista de la desgracia que se avecinaba por el espurio proceso de paz que nos dejó Santos como herencia maldita. He aquí el soneto a Paloma Susana, la nieta de su amigo y bisnieta del poeta Valencia; de “El Maestro”:

Cortesía
Para la ilustración del lector este formato es una composición poética que, como se ve, está integrada por dos estrofas de cuatro versos (cuartetos) y dos de tres (tercetos), con lo cual suman catorce versos endecasílabos, número requerido para la configuración del soneto. El primer verso rima con el cuarto y el segundo con el tercero.
Claramente esto fue premonitorio. Y no solo me refiero a la candidatura de la destinataria de la obra, sino a la sangre que hoy corre por cuenta de los bandidos que nos tienen asediados. Es un clamor de un hombre de Dios, de un soldado de las legiones divinas que, gracias a su Creador, hoy ya no tiene que sufrir la insania y la depravación estatal en la que estamos sumidos y que a diario suma más y más muertos.
Huelga decir, que como se advierte en el texto poético la ex primera dama, Susana López Navia, (abuelita de la senadora), como lo dice el autor, era prima segunda suya.
Espero que este soneto del padre Alfredo, amigo y hombre de la entraña del recordado y brillante, Guillermo León Valencia, dedicado a su nieta Paloma, quien es mi compañera de tribuna de opinión, sea un buen presagio para nuestra nación agobiada y doliente y haya tocado su corazón. ¡A volar, Paloma!
Abrazo cálido, seguimos trabajando y aguantando.