Lo que ha demostrado Trump, desde el primer día de su segundo mandato, es tener voluntad política. Y no es poca cosa. No la tuvo Álvaro Uribe cuando pudo haber derrotar al narco terrorismo, La tarea la dejó a medias con las graves consecuencias que todos conocemos. Cuando su ministro Londoño anunció que se terminarían los cultivos de coca en el Putumayo, ni siquiera el mismo Uribe lo respaldó y salieron los medios a reírse de semejante insensatez. Insensato el ministro al creer que de parte de su jefe habría la voluntad política para llegar a ese resultado que habría sido el inicio del fin del narcotráfico en Colombia. No puedo dejar de referirme tampoco a la propuesta del mismo Londoño, unos años después en un encuentro del Centro Democrático, cuando dijo que había que volver trizas el maldito acuerdo, refiriéndose al recién firmado papelucho entre el corrupto Santos y las terribles guerrillas de las FARC. En esa ocasión Uribe le dio la espalda de nuevo.
El discípulo predilecto de Uribe, Iván Duque, no supo aprovechar el apoyo que habría recibido de Trump para erradicar los cultivos de coca. Se dejó manipular por una Corte Constitucional que prohibió la fumigación aérea sin tener esa prerrogativa. La Corte lo hizo de facto, sin tener las facultades para prohibirlo directamente condicionó la fumigación a llenar una serie de requisitos sin fin. A Duque le faltó voluntad política ya sea por ineptitud, cobardía o complicidad. Váyase a saber…
El país ha estado secuestrado por los grupos criminales, principalmente por las FARC, desde hace décadas aprovechando la falta de voluntad política de sus gobernantes. Ningún grupo criminal podría derrotar a un estado, es una verdad de Perogrullo que parece que se les escapa a mediocres dirigentes que no han tenido voluntad política para enfrentar la delincuencia. Lo repitió recientemente uno de los pocos presidentes del mundo que ha demostrado tener voluntad política. Bukele lo expresó así: “Ningún gobierno es incapaz de eliminar la delincuencia”.
Hacía falta que un gobernante de la talla de Donald Trump diera una demostración clara de voluntad política para que las cosas cambien. Hay quienes me preguntan si va a pasar algo en Venezuela. Yo les contesto que ya está pasando. Lo que se viene para la región es el fin del narcotráfico y de la serie de delitos que lo acompañan, con los que delincuentes de todas las condiciones han mantenido asolada a las poblaciones de los países de la región y muy particularmente a Colombia. Poder visualizar el fin del narcotráfico, lo que era una utopía, ahora se ve como algo extraordinario, sin duda, pero no imposible. Esa idea tiene que entrar en el imaginario colectivo, con la que pasaríamos de una posición de servidumbre y esclavitud a otra muy diferente en la que sintamos que somos amos de nuestro destino.
La estrategia de Trump ha sido impecable y se ha venido desarrollando sin fisuras. De una manera sagaz blindó jurídicamente sus acciones con lo que puede actuar con independencia. Maduro y su combo son unos criminales. Sus socios de la región son cómplices y por lo tanto se les perseguirá. La cocaína pasa a considerarse un arma extremadamente mortal con la que se atenta contra la vida de los americanos. Ese principio, que lo vemos ahora como elemental, a nadie se le había ocurrido siendo el que estructura una nueva manera ofensiva de enfrentar la guerra contra ese flagelo. Los criminales se habían aprovechado de una condición privilegiada luego de haberse infiltrado en todas las capas de la sociedad. Ahora, considerados como terrorista las cosas son de otro calibre.
Denominar a Maduro como jefe de un grupo terrorista al ser la cabeza visible del Cartel de los Soles y del Tren de Aragua, hace que todo el entramado construido con elementos de la política, la justicia, la banca y la empresa privada como lavadores de activos, sea un objetivo en esa guerra en donde se le perseguirá donde sea que se encuentre. No son tan solo Cuba y Nicaragua los objetivos, también Colombia, Brasil y los otros países que han sido tolerantes y hasta cómplices con el cartel narcoterrorista. Hasta en el interior de los Estados Unidos se van a sentir los efectos de esa guerra.
Plantarse un mundo sin narcotráfico se está haciendo posible en esta nueva coyuntura en la que hay una verdadera voluntad política de parte del presidente de la potencia mundial. Ojalá lo entiendan los gobernantes de la región y se logre conformar un frente común para enfrentar a los carteles, cerrar la salida de drogas ahogando financieramente al narcoterrorismo y perseguir sin tregua a los capos y a todos los bandidos que están a su servicio ya sea en bandas criminales, lavadores de dólares y aliados en la política, la justicia y los empresarios.
Un mundo sin narcotráfico daría a Colombia la posibilidad que le ha sido negada de construir un futuro lleno de prosperidad y una paz tan anhelada.