
El asesinato de Miguel Uribe Turbay no solo dejó un vacío en la política nacional, sino también una silla vacía en el Senado. Esa curul, según lo establece el reglamento del Congreso, fue asumida por María Angélica Guerra López, militante del Centro Democrático y heredera de una reconocida casa política de la Costa Caribe.
Arquitecta de profesión y con una trayectoria que mezcla técnica y política, Guerra es hija del exsenador José Guerra de la Espriella y sobrina de la exministra María del Rosario Guerra, una de las voces más influyentes del uribismo en la última década. En las elecciones de 2022, la ahora senadora obtuvo 37.928 votos, una cifra que, aunque no le dio ingreso directo al Capitolio, la dejó como suplente inmediata en la lista del Centro Democrático.
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El aterrizaje de Guerra en el Congreso representa el regreso de la dinastía política Guerra, con raíces en Sucre y proyección regional en Córdoba y Bolívar. En campaña, la senadora construyó su perfil alrededor de propuestas sociales enfocadas en empleo, salud, educación y vivienda, con un énfasis especial en la defensa de los derechos de la niñez y en la participación de las mujeres en la política.
En el ajedrez del Congreso, su incorporación refuerza la representación femenina del Centro Democrático y le da al partido una nueva voz costeña en un momento crítico. No obstante, el desafío de Guerra irá más allá de ocupar una curul: deberá demostrar que puede consolidar un liderazgo propio en una bancada marcada por figuras de peso y, al mismo tiempo, responder a la expectativa de un electorado que reclama renovación.
Con esta posesión, el Senado cierra el trámite institucional por la falta absoluta de Miguel Uribe, pero el impacto político de su asesinato seguirá marcando el pulso del uribismo en la carrera hacia 2026.