Cosechando sueños y oportunidades: Incauca, el poder de transformar vidas

Antes de que saliera el sol, ya estábamos en camino a descubrir cómo una fábrica de azúcar puede cambiar el destino de miles de vidas en Colombia. El aeropuerto El Dorado nos esperaba para un viaje que no solo mostraría una de las industrias más grandes del país, sino también cómo esta logra transformar realidades.
Incauca, en el norte del Cauca, nos abrió sus puertas para un recorrido del que KienyKe.com fue testigo y que nos permitió conocer la historia y la nueva imagen de una compañía que, después de 62 años, va mucho más allá de darle azúcar a millones de colombianos: produce energía eléctrica renovable, bioetanol y abonos orgánicos, dejando un impacto tangible en la comunidad y en el desarrollo de la región.
Pero lo más impactante no está en sus procesos industriales. Incauca nos mostró su verdadero propósito, un cambio cultural que transforma vidas, especialmente las de miles de mujeres que desafían estereotipos y cientos de niños que descubren que el fútbol no es solo un juego, sino la base para forjar sueños y construir oportunidades.
Mujeres que rompen barreras y conquistan sueños
Lo que antes era considerado un trabajo exclusivo para hombres, hoy se ha transformado en un territorio de fuerza, perseverancia y empoderamiento femenino. Dieciséis mujeres, certificadas como operarias de maquinaria agrícola, se unieron al equipo de cosecha, superando miedos y demostrando que la capacidad no tiene género.
“Mi vida cambió totalmente (...) antes estudiaba belleza y soñaba con trabajos en salones, pero ahora manejo un tractor, apoyo a mis padres y siento un orgullo inmenso en cada jornada. Es increíble darse cuenta de todo lo que podemos lograr cuando nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort”, confesó Erika Valverde, operadora de cosechadora.
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Además, Ingrid Vanesa Gómez, operadora de tractor, destacó: “Al principio nos decían que esto era solo para hombres, que nosotras no podíamos. Pero cada día que subimos a la máquina sentimos que estamos rompiendo barreras, demostrando que las mujeres también podemos hacer esto y mucho más. No es solo un trabajo, es un acto de resistencia y empoderamiento”.
Estas historias son un ejemplo vivo de cómo la inclusión se convierte en oportunidades reales. Cada jornada en la cosecha representa para estas mujeres un camino de transformación personal y colectiva, un espacio donde la fuerza, la disciplina y la pasión se combinan para abrir puertas no solo para ellas, sino para toda una región.
Lo que comenzó como un proyecto de inclusión hoy se erige como un legado de inspiración, un testimonio de que cuando se rompen barreras, se cosechan sueños.
Niños que encuentran esperanza en el deporte
Desde 2004, Incauca ha transformado la vida de los niños del Cauca a través del deporte, ofreciéndoles un refugio seguro y un camino hacia un futuro lleno de oportunidades. Más que una iniciativa para alejar a los jóvenes de riesgos como el consumo de alcohol y drogas, este programa se ha consolidado como una formación integral, donde la disciplina, el trabajo en equipo y los valores de solidaridad son herramientas para construir vidas con propósito.
Hoy, 160 niños y niñas entre 9 y 17 años participan activamente en esta iniciativa, con acceso completo a uniformes, alimentación después de cada entrenamiento, transporte seguro hacia las sedes, preparación física en gimnasio, fisioterapia y, para quienes lo necesitan, un hogar temporal dentro de la casa del programa.
“Aquí encuentran un lugar seguro y un espacio para soñar. Muchos de ellos no quieren irse porque este sitio se ha convertido en su hogar, en su refugio y en un lugar donde pueden ser niños mientras aprenden a construir su futuro”, aseguró Tyrone Siachoque, presidente de Incauca Fútbol Club.
Pero el impacto va mucho más allá de la práctica deportiva. Cada entrenamiento y cada partido son clases de vida: los niños aprenden disciplina, constancia, respeto y trabajo en equipo. Descubren que el deporte no solo forma jugadores, sino personas con pasión, visión de futuro y capacidad para enfrentar desafíos, incluso si no terminan siendo profesionales.
Gracias a esta inspirador proyecto, Incauca les devuelve algo que muchas veces les ha sido negado: la oportunidad de elegir su propio destino, lejos de la violencia, la exclusión y los diversos peligros que acechan en sus comunidades. Este programa no solo cambia el presente de los niños; siembra semillas de esperanza que crecerán en futuras generaciones, demostrando que cuando la empresa se compromete con la comunidad, el impacto es profundo y duradero.
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Cauca: diversidad, oportunidades y transformación
Para Incauca, esta región es mucho más que caña de azúcar. Es un territorio rico en diversidad cultural, lleno de talento humano y repleto de posibilidades, un lugar donde la empresa ha decidido no solo producir, sino también invertir en el crecimiento y bienestar de su gente. Cada subproducto de su proceso industrial se aprovecha, pero su verdadero legado va más allá: es la transformación social de toda la región.
“Cauca es un lugar de oportunidades, apoyo e inclusión. Aquí aprendemos a trabajar juntos, a reconocernos en nuestra diversidad y a construir futuro. Queremos dar un ejemplo que inspire al país”, afirmó Angélica Quiroga, directora de Sostenibilidad en Incauca.
Este compromiso se traduce en iniciativas deportivas, educativas y económicas que impactan la vida de mujeres, niños y familias enteras. La empresa demuestra que la sostenibilidad empresarial no está reñida con la responsabilidad social; al contrario, puede ser una fuerza transformadora que deja marcas duraderas.
El legado de Incauca no se mide solo en toneladas de azúcar o bioetanol producidos, sino en vidas transformadas, oportunidades generadas y sueños que ahora tienen un camino para crecer.