
Fui invitada a un almuerzo muy especial, un sancocho valluno en medio de la sabana, con una vista imponente y un hogar que exudaba calidez, amor y buen gusto. La casa de Lucho Velasco y Verónica Muñoz no solo es un refugio familiar, sino también un espacio donde el arte y la vida se entrelazan de manera natural. Cada rincón tenía un detalle que hablaba de su historia, de sus pasiones, de su sensibilidad. Las piezas de arte de Verónica, exquisitas y llenas de identidad, adornaban el ambiente, mientras que sus dos hijas, maravillosas, llenaban de luz cada espacio. Y, por supuesto, no podían faltar los otros habitantes del hogar: unos gatos majestuosos, entre ellos un tigre en miniatura y un imponente maine coon que parecía salido de un cuento.
Desde el primer momento, supe que esta no sería una entrevista convencional. Todo comenzó con un brindis, un aguardiente en mano, como si fuera el preludio de una conversación auténtica, sin filtros. Nos acomodamos en la sala y, entre risas, anécdotas y reflexiones profundas, nos sumergimos en una charla íntima y reveladora.
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Lucho Velasco, orgullosamente valluno, es un hombre de múltiples facetas: actor, director y productor, con una trayectoria consolidada en televisión, cine y teatro. Su talento ha sido reconocido con premios nacionales e internacionales, y hoy, en su faceta como productor, ha alcanzado un nivel que lo sitúa a la altura de las grandes plataformas globales. Su capacidad para contar historias, su versatilidad en el medio y su visión creativa lo han convertido en un referente dentro y fuera de Colombia.
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Por su parte, Verónica Muñoz es una mujer con una luz especial. Además de ser una artista con reconocimiento internacional, cuya obra ha sido expuesta en espacios de gran prestigio, ha dedicado su vida a un propósito aún más profundo: el bienestar del alma y la mente. Su trabajo trasciende el arte, convirtiéndose en una guía para muchas mujeres, ayudándolas a conectar con su esencia, su equilibrio interior y su propia fortaleza. No lo hace desde la pretensión ni la imposición, sino desde la sencillez, con un carisma que impacta y deja huella. Es de esas personas cuya luz se siente, que inspira sin necesidad de palabras grandilocuentes.
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Juntos, Lucho y Verónica han construido un hogar basado en el amor, la resiliencia y la complicidad, enfrentando con valentía los altibajos de la vida.
Esta conversación fue única. Humana, abierta, genuina. Se tocaron temas que pocas veces han compartido públicamente, historias que revelan no solo quiénes son como artistas, sino también como seres humanos. No voy a adelantar mucho más, porque esta es una entrevista que hay que leer, sentir y descubrir.