
Vicky Dávila llega a Kién Es Kién con una sonrisa cálida, saludando con naturalidad y cercanía, como quien entiende que la forma también comunica. Pero detrás de ese gesto amable se revela de inmediato una mujer decidida, con la mirada firme de quien tiene claro hacia dónde va y por qué.
Aunque no necesita presentación, esta entrevista la revela desde una dimensión más íntima: la de una mujer que cruza del periodismo a la política con la conciencia tranquila y el corazón puesto en lo verdaderamente importante —su familia, sus valores y su país.
Hablar con Vicky es encontrarse con alguien que no le teme al poder, que expresa lo que piensa sin titubeos, y cuyo camino ha sido construido a punta de carácter, disciplina y convicción. Esta no es una conversación de confrontación, sino un diálogo sincero, cercano y sin filtros, donde ella comparte sus razones, sus sueños y su decisión de entrar a la política.
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Uno de los momentos más reveladores fue cuando aceptó sin reparos responder preguntas incómodas, como las que tantas veces formuló. Lo hizo con transparencia, sin poses ni soberbia.
Hoy escucha desde otro rol, pero su esencia sigue intacta: una voz firme que no está dispuesta a silenciarse.
El otro lado de la historia de Vicky Dávila:
La precandidata presidencial aprovechó la conversación para hablar con orgullo de sus raíces. Recordó que nació en Tuluá por una circunstancia particular: ese día había un paro en el hospital de Buga, donde debía nacer originalmente. Aunque su lugar de nacimiento fue Tuluá, creció en Buga y también vivió en Bugalagrande y Cali, ciudad donde más adelante cursó sus estudios universitarios.
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Se crió en un hogar humilde, pero lleno de amor y sabiduría. Sus padres no terminaron el colegio, pero, como ella misma dice, fueron “muy sabios desde la ignorancia”. Su padre cantaba tangos para sostener a la familia y luego trabajó como capataz de una finca. Su madre fue siempre ama de casa, y entre ambos le inculcaron valores sólidos.
Desde niña le repetían que podía ser la mejor, que debía esforzarse siempre por dar lo mejor de sí. Nunca la criaron con resentimientos, a pesar de las carencias. Aunque eran pobres, Vicky no lo sentía así. Se consideraba afortunada, rodeada de cariño. “Nunca sentí el peso de la pobreza”, aseguró, agradecida por el amor de sus tías, su abuela y, sobre todo, de sus padres, quienes la hicieron sentir siempre especial y capaz.