Gloria Diaz

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado; Magíster en Estudios Interdisciplinarios sobre desarrollo; especialista tanto en Gestión Regional del Desarrollo como en Gestión Pública e Instituciones Administrativas de la Universidad de los Andes. Tiene amplio conocimiento y experiencia en agenda legislativa y control fiscal, y un gran interés por la implementación, ejecución y evaluación de políticas públicas. Gerenció la Contraloría General de la República en el departamento de Boyacá. Así mismo, fue Edilesa de la localidad de Santa Fe.

Gloria Diaz

Colombia paga caro el show diplomático de Petro

Un tuit puede incendiar una relación internacional, pero un error diplomático puede costarle al país estabilidad. La disputa que enfrenta Colombia con Estados Unidos no es solo otro episodio del estilo confrontacional de Petro, sino una amenaza para el empleo, la inversión y la seguridad económica de millones de familias.

Colombia está atrapada en una tormenta diplomática que lleva meses gestándose y que esta semana alcanzó su punto más crítico. Desde agosto, la administración Trump impuso aranceles de 10% a las exportaciones colombianas y anunció la suspensión gradual de programas de cooperación, una medida que golpeó a sectores productivos y abrió una grieta en la relación entre los dos países. En medio de ese pulso, el presidente Gustavo Petro decidió respaldar públicamente al régimen de Nicolás Maduro, gesto que Caracas celebró como prueba de “hermandad” y “unidad entre pueblos hermanos”.

Lejos de fortalecer la posición de Colombia, esta declaración de afinidad ideológica agravó la tensión con Washington y encendió las alarmas. Las palabras de Maduro al afirmar que “Colombia y Venezuela son una sola patria”, cruzaron la frontera del simbolismo: pusieron en duda la independencia diplomática del país y lo ubicaron en el centro de una disputa geopolítica que amenaza la inversión, estabilidad y credibilidad internacional.

El impacto económico de esta crisis no es un asunto de discursos: ya se traduce en cifras concretas. Según el DANE, Estados Unidos representa más del 30% de las exportaciones colombianas, con un valor de US$14.335 millones en 2024. En lo corrido de 2025, el país ha registrado tres meses consecutivos de desaceleración exportadora: febrero, mayo y agosto, siendo este último el de mayor caída, con un decrecimiento del 13,7%. Los sectores más afectados son café, flores, acero, confecciones y químicos, que dependen directamente del mercado estadounidense.

Solo en café, Colombia ha exportado US$3.674 millones en lo que va del 2025, de los cuales alrededor del 40% tiene como destino EE. UU.. Un arancel del 10% implica pérdida de competitividad, recortes de personal y cierre de plantas, sobre todo en regiones rurales que viven de las exportaciones agrícolas.

La Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham) advirtió que el deterioro de la relación bilateral ya está erosionando la confianza de los inversionistas de EE. UU., origen del 34,5 % de la IED que llega a Colombia. Estos ruidos diplomáticos y la falta de rumbo claro en la política exterior han frenado la llegada de capitales y postergado proyectos estratégicos. Para la muestra, un botón: la inversión desde Estados Unidos cayó 15% en el primer semestre de 2025, una caída que refleja más dudas institucionales que problemas macroeconómicos.

Mientras tanto, el Gobierno intenta transformar esta crisis en un relato de soberanía. Petro ha presentado las sanciones como un “ataque del imperialismo” y una prueba de independencia nacional, pero ese argumento ignora que el precio lo pagan las empresas y los trabajadores colombianos. No es independencia cuando el país pierde mercados, ni soberanía cuando la diplomacia se reduce a confrontaciones mediáticas. La defensa de la soberanía no se grita, se ejerce con estrategia, prudencia y claridad institucional.

Lejos de equilibrar las relaciones exteriores, la tensión con Venezuela ha profundizado el aislamiento de Colombia. La retórica de “pueblos hermanos” y “una sola patria” no traduce cooperación, traduce alineamiento ideológico. Y ese alineamiento confunde la brújula de la política exterior. En la frontera (donde la relación con Venezuela no es un debate abstracto sino la vida diaria) las comunidades piden reglas claras, seguridad y respeto institucional, no consignas.

Cuando el Gobierno colombiano valida mensajes que diluyen la soberanía y minimizan la separación de regímenes y modelos políticos, envía una señal equivocada a los aliados democráticos y a los territorios: la política exterior deja de ser política de Estado y se vuelve identidad de un proyecto. El resultado no es integración, lo que se termina produciendo es desconfianza, más polarización interna y un país que habla con voz ajena justo cuando más necesita afirmar la propia.

En la zona binacional entre Colombia y Venezuela, la realidad es más cruda que cualquier consigna. Transportadores y comerciantes reportan cierres intermitentes de pasos formales, cobros irregulares y competencia desleal por contrabando de combustible y mercancías, mientras miles de familias dependen del tránsito pendular para trabajar, estudiar o acceder a salud. La informalidad cambiaria, la presión de grupos armados en trochas y la congestión aduanera encarecen costos y elevan riesgos. En vez de gestos simbólicos o frases de hermandad, la prioridad debe ser proteger el corredor económico y la seguridad humana de los migrantes pendulares que cruzan la frontera cada día.

Si el Estado no actúa con autoridad y coordinación real, la frontera seguirá siendo el reflejo más claro de una política exterior sin dirección.

Hacia Estados Unidos, el mensaje del Gobierno ha sido de confrontación y volatilidad. La política exterior se volvió una extensión del activismo interno, marcada por declaraciones impulsivas y una diplomacia de micrófono. Las estrategias de choque y los pronunciamientos en redes han debilitado la imagen internacional de Colombia e intensificado la desconfianza de los aliados. El liderazgo global no se construye a punta de trinos, sino con resultados. Y cuando un presidente confunde soberanía con soberbia, el costo lo asume toda la nación.

La improvisación sigue pasando factura. La reciente inclusión de Gustavo Petro en la Lista Clinton marca un nuevo punto de inflexión en la política exterior colombiana, con implicaciones que van más allá del plano personal y ponen a prueba la credibilidad internacional del país. Aunque el Gobierno la descalificó como una “estrategia de injerencia”, los efectos son palpables: bloqueo de operaciones financieras, aumento del riesgo país y restricciones para acceder a créditos multilaterales. Lo que se presenta como una “ofensiva de independencia” está dejando a un lado a Colombia de las redes de confianza internacional.

La lección es clara: el liderazgo no se demuestra buscando enemigos, sino resultados y confianza. Petro convirtió la diplomacia en una trinchera ideológica y al país en su campo de ensayo. Pero los costos ya no son abstractos: son empleos, inversiones y oportunidades que se esfuman cada día que Colombia aparece ante el mundo como un socio impredecible. Esta crisis no es solo política, es moral, y pone a prueba si el Gobierno defiende el interés de los colombianos o el aplauso de sus aliados circunstanciales.

Hoy más que nunca, Colombia no necesita más gestos, necesita dirección. No un gobierno que confunda independencia con aislamiento, sino uno que entienda que la soberanía se defiende con respeto y diplomacia. La política exterior no puede seguir siendo una vitrina de vanidades: es la línea que separa el respeto internacional del ridículo. Si esa línea se cruza, no se pierde una discusión, sino que se pierde el país.

Referencias

AmCham Colombia. (2025). Inversión extranjera y clima de negocios en Colombia: impacto de la incertidumbre política. Cámara de Comercio Colombo Americana.

Banco de la República. (2025). Informe trimestral de balanza de pagos e inversión extranjera directa.

BBC Mundo. (2025). Las sanciones de EE. UU. contra Gustavo Petro: contexto y repercusiones.

DANE. (2025). Boletín técnico: exportaciones e importaciones de Colombia, enero–agosto de 2025.

Infobae. (2025). Régimen venezolano respaldó a Petro tras su inclusión en la Lista Clinton y acusó a Estados Unidos de emplear una estrategia de injerencia.

Infobae. (2025). Maduro declaró a Colombia y Venezuela como “una sola patria” y encendió las alarmas por presunta alianza con el régimen.

The New York Times. (2025). Trump impone sanciones a Petro y tensiona las relaciones con Bogotá.

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