La próxima semana escribiré mi última columna en esta tribuna. Hoy, solo quiero agradecerle a todo el personal de Kienyke que me permitió colaborar, en este medio de comunicación, durante más de tres años consecutivos. Jamás, como dijo irresponsablemente Petro, hubo la más mínima sugerencia a fin de alterar alguna entrega para satisfacer, los siempre voraces y virulentos, apetitos ideológicos.
Incluso, respetaron mis errores que, por descuido o por imprecisión en la fuente, me alejaron de la precisión que se debe tener en este sacrificado, pero hermoso, oficio (¡valgan mis excusas!) Mi gratitud con esta plataforma de información solo se puede corresponder deseándole lo mejor al medio digital y a cada una de las personas que hacen que Kienyke sea un medio reconocido, e influyente, en la opinión pública colombiana. Fue todo un honor hacer parte de Kineyke Opina.
De tal suerte, he decidido esperar una semana para ver el desenlace del bloqueo naval que ha levantado los Estados Unidos alrededor de todas las embarcaciones petroleras que la tiranía narco-chavista viene utilizando con fines de terrorismo internacional. Mis opiniones han sido, y serán siempre, por la libertad de Venezuela y por la seguridad del hemisferio.
Si bien la opinión es un derecho sagrado, por ejemplo, mi opinión para el mundo de la biología o la medicina resulta irrelevante porque carece de toda legitimidad. Con todo y ello que mis opiniones en esas materias sean insignificantes, por el simple hecho de que carecen de todo valor y rigor académico, el derecho a opinar se respeta.
Sin embargo, quien emite una opinión (en el marco de la libertad) debe ser lo suficientemente responsable de aceptar y reconocer éticamente sus limitaciones e inhibirse si no tiene la autoridad para hacerlo. Escudarse en que la opinión es una conquista de la democracia no nos puede conducir, por esa vía, a legitimar la barbaridad y, de paso, arrasar con la democracia.
Precisamente, gracias a que un medio de comunicación como Kienyke siempre respetó mis opiniones, es menester reconocer, a cambio, la labor titánica que viene haciendo por la información que es sinónimo de luz. “Democracy dies in darkness” es el lema del Washington Post.
Para ir cerrando, quiero resaltar la sabiduría popular que se viene expresando por redes sociales en este sentido: “los venezolanos queriendo salir de un problema y los colombianos queriendo meterse en el mismo problema”.
Espero que esta sabiduría invada la mente de los colombianos porque los próximos comicios demandarán toda la sapiencia política para que el país no sea arrastrado por los caminos de la servidumbre y caiga definitivamente, a nombre de equívocos y oscuros vocablos políticos, en la trampa de la esclavitud. Las nomenclaturas comunistoides siempre tienen sus herederos.
Eterno agradecimiento a Kienyke y a quienes hayan leído algunas de mis entregas (en especial a mi padre que siempre lo hizo). Felices fiestas para todos y un millón de bendiciones.
