Liliana Bitar Castilla

Cordobesa. Senadora del Partido Conservador. Vicepresidenta de Comisión Tercera Senado. Economista, especialista en Gerencia. Más de 24 años trabajando en el sector público. Sus principales preocupaciones son el impulso del emprendimiento, así como el empoderamiento económico de la mujer.

Liliana Bitar Castilla

¡Imparable! El precio del gas en Colombia, una verdad que la política no puede maquillar

Si hablamos de gas natural, de autosuficiencia, de producción nacional, de importaciones, de oferta y costos, lo que se ve por estos días en Colombia es un pronóstico hecho realidad, es la crónica de una predicción convertida en verdad a pesar de la constante negación institucional. Y “desafortunadamente” para el Gobierno Nacional, la evidencia no puede contenerse para siempre detrás del tinte ideológico o del discurso político que pretende ocultarla, en especial, cuando las decisiones políticas afectan el bolsillo de los colombianos, pues en estas circunstancias, incluso para la gente que no se interesa por la política, la verdad se revela todavía más rápido cuando el dinero no alcanza.

Y digo “desafortunadamente” porque son los más vulnerables, así como la clase media y trabajadora quienes a la postre asumen las consecuencias de una política energética improvisada, sin planificación, caprichosa y dispuesta para el desmantelamiento o lo que también ha sido bautizado por los mismos gremios con cierto matiz de prudencia como “el marchitamiento” del sector de hidrocarburos. Este sector ha sido un enclave de la economía nacional durante décadas, generador de empleo y dinamizador de inversiones públicas y privadas, que de un momento a otro se convirtió en el enemigo, por la radicalización que hoy impera en el Gobierno contra la industria extractiva.

En julio de 2024, lo dije en una columna de opinión en este mismo medio (Importación de gas, una medida costosa para todos), el precio del gas va para arriba porque estamos perdiendo autonomía energética, dejando de producir, importando aún cuando es muchísimo más costoso y los precios son más fluctuantes (2 a 3 veces más caro que la producción nacional), pero ahora, la situación es más preocupante porque esta tendencia se va a acentuar en 2026 y en los años venideros. 

La importancia de esta discusión se deriva del recurso del que estamos hablando, es el mismo gas con el que 36 millones de colombianos cocinan, el que representa 2/3 de las fuentes térmicas que se utilizan para producir la energía eléctrica durante todo el año y que en épocas de sequía hacen más notorios los aumentos de la factura de energía, el mismo recurso que usa la industria, el comercio, los restaurantes e incluso miles de vehículos que se impulsan con este combustible. 

¿Qué nos dicen las cifras? 

Según Naturgas, Colombia está importando hoy el 17% del gas que consume, las cifras de julio de 2025 nos indican que la importación se disparó en un 214% en comparación con julio de 2024, pasando de importar 62,1 millones de pies cúbicos al día, a 195,2 millones de pies cúbicos al día. Pero se estima que para diciembre de 2025 esa cifra suba a un promedio entre el 26% y 36%, es decir, en 2 años pasaremos de tener autosuficiencia energética, a depender de otros países entre 1/4 y hasta 1/3 de las necesidades de consumo nacional y esto no sería un problema si el precio del gas importado no fuera tan costoso en comparación con el que se produce en el territorio, al cual hemos venido renunciando por motivos de color político.

Por otra parte, la producción nacional de gas sigue en picada, si comparamos los resultados con corte al primer semestre de 2025 con el mismo período del año anterior, hay una reducción interanual del 18,6%, y según la Agencia Nacional de Hidrocarburos- ANH, el debilitamiento del sector de hidrocarburos ya acumula cinco trimestres consecutivos de contracción en el PIB.

Además de las explicaciones evidentes de por qué la importación es más cara, existen otros motivos importantes, tales como el proceso para volverlo líquido, que es necesario para transportarlo en barco; el costo de su transporte hasta los puertos colombianos y su posterior regasificación (una vez llega al territorio) para inyectarlo en el sistema de transporte por gasoductos, lo que eleva entre 2 y 3 veces el costo del gas importado en comparación con el nacional. Y si a lo anterior le sumamos que el precio internacional tiende a subir en las temporadas de invierno en los países del norte, fruto de una mayor demanda por su uso en la calefacción, tenemos un cóctel que elevará sustancialmente la factura de los hogares colombianos, no solo de gas, sino también de energía.

¿Qué pasó con las nuevas reservas de gas offshore (en alta mar)?

El año pasado, el Gobierno salió al paso de los críticos de su política radical, informando la noticia del enorme potencial de las reservas de gas halladas mar adentro en el Caribe; sin embargo, pese al golpe de suerte, el presidente de Ecopetrol dio muestras de un intento fallido por ser prudente, informándole al país que este gas estaría disponible hasta el 2027. Por desgracia los cálculos fueron inexactos, por mucho, y las cuentas hablan ahora del año 2029 como fecha estimada en el mejor de los casos. 

Pero, ¿qué está detrás de esta demora en un momento de tanta necesidad? Las trabas regulatorias. Empezando porque la producción depende de la aprobación de las comunidades locales, que se da a través de un proceso largo y tendido de consulta previa y una vez se materialicen los acuerdos será también necesaria la posterior licencia ambiental. Según expresó Elsa Jaimes, jefa offshore de Ecopetrol, este proceso se calcula que puede tardar más de 3 años.

Ante estas circunstancias, el vicepresidente de Estrategia y Asuntos Regulatorios de la Asociación Colombiana del Petróleo y Gas (ACP), planteó recientemente la urgencia de realizar ajustes en la regulación y llamó a un gran acuerdo nacional en materia energética para “destrabar el potencial offshore de Colombia”.

Según mencionó, existen al menos tres temas clave que deben ser resueltos con una actualización regulatoria: la metodología del transporte de gas, pues el esquema actual que cobra por distancia está haciendo más costoso, de lo que debería, el transporte de gas de la Costa hasta el centro del país; así mismo, se propone una reconversión de activos, que permita usar oleoductos existentes para el transporte de gas, tema que le compete al Ministerio de Minas y Energía; y finalmente, un plan de abastecimiento con la construcción de obras e infraestructura necesaria para fortalecer el sistema de transporte, lo que en conjunto se espera dinamice el sector.

No podemos permitir que el costo del gas siga aumentando de manera imparable e intentar maquillar lo que es evidente. Hay que tomar acciones sensatas que no afecten más al país, al pueblo, sí, al mismo que el “Gobierno del cambio” tanto nombra por estos días que anteceden la época electoral. 

 

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Liliana Bitar Castilla
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