Robinson Castillo

Comunicador Social-Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, con Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia y Consultor internacional en Comunicación Parlamentaria. Columnista, escritor y convencido de la acción mediática reiterada, como método esencial del posicionamiento de marcas.

Robinson Castillo

La campaña de la furia

En una campaña presidencial sucede de todo. Pero en la que afrontamos para acudir a las urnas el 29 de mayo, se advierten emociones alarmantes: Odio, venganza y prepotencia. Se fragua un verdadero molotov electoral.

El ambiente es pesado, tenso y muy raro. En cualquier espacio de tertulia, aparecen sentimientos hostiles, poco se escucha el argumento del que piensa diferente. Se nota de lejos el cansancio de la gente, un fastidio que no desaparecerá con la cita en la mesa de votación, todo lo contrario.

Habrá una avalancha sin precedentes de votos cargados de resentimiento. La del M29 no será una elección presidencial cualquiera. Los ánimos están tan cargados, que cualquiera sea el resultado, la mitad del país quedará herido. 

Hasta en los medios de comunicación se nota ese efecto. Aquellas emisoras que abren sus micrófonos a los oyentes, la audiencia se ofende entre sí. Hay sensación de venganza, no de ejercer el legítimo derecho al voto, sino de usar esta herramienta de la democracia, en contra de alguien.

Sin una idea de un proyecto de nación masivo, incluyente, colectivo, mucho me temo que esta definición presidencial, no otorgará ninguna oportunidad de un consenso genuino y palpable. Las heridas sociales no cicatrizarán.

La prepotencia ha permeado todo. En los distintos equipos de campaña, todos autoproclaman victoria, se creen ganadores. Hay sensación que incluso, se sienten por encima de los candidatos.

Estamos frente a un escenario inédito, insospechado y de efectos aún difusos. Un elemento tan constante en las campañas como el miedo, en esta oportunidad desapareció para ubicar la furia, la impaciencia y el desánimo. Únicamente una propuesta de país unido hará la diferencia, o sino, vamos a un retroceso que golpeará a muchas generaciones.

Dominan las emociones más lesivas para elegir a un Presidente de la República. Apatía, aburrimiento, desesperanza y hasta resignación. La persona que reciba el mando de la nación el 7 de agosto, tendrá que librar una batalla para que la sociedad recupere la ilusión de un futuro mejor, eso sí, a despojarse del odio, la venganza y la prepotencia. Más humildad y empatía.

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