Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

Máxima presión (3)

Es probable que la administración Trump se esté demorando más de lo necesario para asestar un golpe decisivo en contra de don Bárbaro y sus matones.

De tal suerte, y en aras de que la democracia se restablezca en Venezuela, se espera que la tardanza no produzca el efecto contrario de lo que se pretende; es decir, atornillar al narco-chavismo definitivamente a los nervios del gobierno en Miraflores y fortalecer la brutal mentira de una supuesta revolución digna de emular por sus hipotéticos resultados.

Con ese tiempo a su favor, el régimen narco-chavista se he dedicado a reencauchar un viejo mito que es de sobra conocida en la región y que se nutre de vocablos como “imperialismo”, “doctrina Monroe”, “saqueo”, “piratería”, “bloqueo económico”, “colonialismo”. Basta leer la biblia del “Perfecto idiota latinoamericano” (Las venas abiertas de América Latina) para identificar que es el mismo evangelio de siempre, rezado por los siglos de los siglos, ¡Amén!

Así las cosas, en Washington D.C. no pueden perder de vista que la evidente desventaja militar venezolana es equilibrada con una maquinaria propagandística bien aceitada que reproduce sistemáticamente el credo latinoamericano de cuño pobrecista (mal llamado progresista). La historia del siglo pasado nos enseña que la semilla que lanzó Ho Chi Minh sobre el sudeste asiático produjo su peor cosecha en América Latina.

A esta operación discursiva se suma la que ronda en la opinión pública internacional. La inmensa mayoría de opinadores coinciden, y repiten, que primero fue el tema migratorio, después el narcotráfico (cuyo saldo son más de 100 traficantes dados de baja tanto en las aguas del Caribe como en las del Pacífico) y ahora la incautación de buques petroleros.

De los cuales, tres han sido confiscados por tropas estadounidenses sobre las aguas del Mar Caribe. Dos de estas tres embarcaciones (“Skipper” y “Centuries”) eran parte de la lista de activos sancionados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC). Lo que explica claramente el modus operandi del decomiso.

De la misma manera que el objetivo principal es estrangular financieramente al régimen narco-chavista, que viene evadiendo abiertamente todas las sanciones económicas impuestas por la Casa Blanca, se busca, de paso, que el petróleo no llegue a Cuba donde Marco Rubio tiene un interés personal de desatar igualmente una transición a la democracia, tras 67 años de totalitarismo castrista.

Entonces, lo que se deduce es que el objetivo estratégico es ahogar financieramente al régimen que, desde los tiempos de Chávez, utiliza la renta petrolera como si fuera de bolsillo propio a fin de promover el terrorismo no solo en la región a través de las guerrillas colombianas sino a nivel global, alentando organizaciones terroristas como Hamás y Hezbolá cuyo proselitismo armado instiga el antisemitismo.

Como suele ocurrir en similares circunstancias, la tensión militar se trasladó a los foros multilaterales como la ONU donde Estados Unidos y Venezuela se cruzaron argumentos. Por su lado, Mike Waltz, embajador estadounidense, dijo que el bloqueo naval y la confiscación de los buques petroleros se ajustan estrictamente al cumplimiento de las sanciones económicas, por el otro, el embajador Samuel Moncada, calificó la incautación de buques como un acto de piratería y dijo que la real motivación de Washington D.C es el control de sus recursos naturales (petróleo, tierras, minerales) no la lucha contra drogas, la democracia o la seguridad del hemisferio.

Precisamente, este tipo de refrito discursivo tercermundista es el que se ha incitado al no actuar rápidamente y de manera más sigilosa. Además, refuerza la tendencia de confusión política en la Casa Blanca. Idea, por demás, reforzada por hombres como John Bolton que estuvieron implicados en el manejo de esta crisis durante la primera parte de la administración Trump.

Es así que, el tiempo que la Casa Blanca viene utilizando para desgastar al régimen ha sido utilizado por el mismo narco-chavismo para organizar una defensa utilizando al pueblo como escudo frente a cualquier operación militar, por mínima que sea. En ese periodo también han movilizado la diplomacia a fin de aparentar un respaldo incondicional de China y Rusia mientras agitan el credo antinorteamericano por toda América Latina. Don Bárbaro, incluso, ha hablado de la tal Gran Colombia (concepto torpe e incorrecto) y, como era de esperar, ha sido secundado por Petro, el Hombre del M-19.

Ahora bien, hay dos actores que aparentan estar ajenos al juego estratégico: Guyana y Trinidad y Tobago. Dos Estados caribeños que son estratégicamente vitales, no solo a la hora de maniobrar militarmente sino diplomáticamente por lo que hay de por medio un diferendo como el que sostienen Caracas y Georgetown (por El Esequibo ) y la corta distancia geográfica (7 millas) que hay entre las costas trinitense y venezolana.

Dicho todo lo anterior, y a lo largo de tres entregas, esta crisis geopolítica se ha convertido en un complejo acertijo geoestratégico que contiene una duda simple: ¿Trump le ganará el pulso a Maduro?

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Mario Huertas
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