Liliana Bitar Castilla

Cordobesa. Senadora del Partido Conservador. Vicepresidenta de Comisión Tercera Senado. Economista, especialista en Gerencia. Más de 24 años trabajando en el sector público. Sus principales preocupaciones son el impulso del emprendimiento, así como el empoderamiento económico de la mujer.

Liliana Bitar Castilla

Salario mínimo 2026: más que el ajuste de un indicador debe ser una decisión responsable para Colombia

Cada año, la definición del Salario Mínimo Legal Mensual Vigente- SMLMV vuelve a ocupar un lugar central en la discusión económica del país. Aunque el debate público suele estar permeado por las distintas ideologías políticas, el salario mínimo cumple una función vital en la economía del país, ya que determina el ingreso mínimo de los trabajadores, influyendo de manera directa en la generación de empleo formal y en los costos de las empresas. Bajo un enfoque técnico, basado en criterios económicos objetivos, revisaremos factores como la inflación, la productividad laboral y las condiciones del mercado de trabajo, así como algunos efectos indirectos del salario mínimo sobre otros componentes de la economía. El propósito no es proponer una cifra puntual, sino ofrecer elementos de análisis que ayuden a una decisión más informada y responsable.

En Colombia, el salario mínimo responde a un conjunto de criterios económicos definidos por la ley y no a una decisión tomada de manera arbitraria. Cada año, el ajuste debe considerar el comportamiento de la inflación, la evolución de la productividad laboral, la participación de los salarios en el ingreso nacional, sin dejar a un lado las condiciones generales de la economía. Estos elementos permiten evaluar hasta qué punto es posible aumentar el salario mínimo, sin que esto signifique generar efectos no deseados sobre el mercado laboral. El objetivo es lograr un equilibrio entre la necesidad de proteger el ingreso de los trabajadores frente al aumento del costo de vida y la capacidad real de las empresas para asumir mayores costos salariales. Por esta razón, una discusión técnica sobre el salario mínimo para 2026 no puede centrarse en un solo indicador, en cambio, se deben analizar de manera conjunta estas variables para entender sus implicaciones sobre el empleo, la formalidad y la actividad económica.

En línea con lo anterior, la inflación refleja el aumento en el costo de vida que enfrentan los hogares, ya que si los precios suben, el ingreso de los trabajadores pierde capacidad de compra, por lo que el ajuste del salario mínimo debe, al menos, evitar ese deterioro en términos reales, por lo cual la inflación es un elemento importante que se debe analizar rigurosamente para determinar esta cifra. Sin embargo, el análisis no puede limitarse únicamente a la inflación pasada, pues también es importante considerar la inflación esperada o futura, además de la forma en que los aumentos salariales pueden influir en los precios futuros. En sectores donde los costos laborales representan una parte significativa de los gastos, los incrementos elevados o desmedidos del salario mínimo tienden a trasladarse a los precios finales, lo que termina reduciendo el beneficio inicial para los propios trabajadores. De esta manera, proteger el poder adquisitivo es necesario, pero hacerlo sin considerar las condiciones económicas puede generar nuevas presiones inflacionarias.

Del mismo modo, la productividad es otro elemento central para entender hasta dónde puede crecer el salario mínimo de forma sostenible. De manera simple, la productividad representa, en términos económicos, la utilidad o ganancia que genera el país a partir de los recursos de los cuales dispone. La evidencia reciente indica que en Colombia este factor ha mostrado un comportamiento débil y volátil en los últimos años. En lo corrido del 2025, el crecimiento de la productividad laboral ha sido prácticamente nulo y, en algunos casos, negativo, lo que sugiere que la economía está creando empleo sin mejoras significativas en la eficiencia del trabajo. Del mismo modo, los pocos avances observados se concentran en sectores de bajo peso económico, mientras que actividades clave como la industria, la construcción y el alojamiento registran caídas en la productividad. En este contexto, aumentos del salario mínimo que no estén alineados con la evolución real de la productividad, pueden traducirse en mayores costos laborales y en una menor capacidad de las empresas para generar empleo formal.

Esta situación tiene implicaciones directas sobre el empleo y la informalidad, las cuales han sido dos de los principales desafíos del mercado laboral colombiano. Aunque en 2025 se ha observado un crecimiento del número de ocupados, una parte importante de este aumento se ha dado en trabajos informales o por cuenta propia, lo que evidencia que la mejora en el empleo no siempre va acompañada de mejores condiciones laborales. En un entorno donde más de la mitad de los trabajadores se encuentra en la informalidad, incrementos elevados del salario mínimo pueden elevar el umbral de entrada al empleo formal, dificultando que pequeñas empresas y trabajadores con menor calificación puedan cumplir con los costos asociados a la contratación formal. El riesgo es que una política pensada para mejorar los ingresos termine excluyendo a una parte de la población del mercado formal, ampliando las brechas ya existentes y consolidadas.

A esto se suman los efectos indirectos del salario mínimo sobre otros componentes de la economía. En Colombia, numerosos precios, tarifas, sanciones y contribuciones están indexados al salario mínimo, amplificando así, el impacto de cualquier incremento. Cuando el salario mínimo aumenta de forma acelerada, estos ajustes se trasladan a distintos bienes y servicios, especialmente en sectores intensivos en mano de obra como la educación, la salud, el transporte y los servicios personales. Este fenómeno reduce parte del beneficio real que se busca otorgar a los hogares y puede generar presiones adicionales sobre la inflación. Por ello, el salario mínimo no debe analizarse únicamente como una política salarial, sino como una variable con efectos transversales sobre la economía y sobre distintas variables en aspectos sociales.

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