Las elecciones de ayer marcaron un punto de inflexión en la política colombiana. El contundente triunfo del petrismo, representado en la figura del senador Iván Cepeda, no solo consolida el liderazgo del Pacto Histórico, sino que confirma que una parte significativa del país sigue apostando por el cambio, la justicia social y la defensa de la paz como ejes centrales del debate público.
Este resultado no debe leerse únicamente en clave partidista, ni bajo la mirada sesgada con que algunos sectores de la oposición pretenden interpretarlo. La jornada se desarrolló en un contexto atípico y frío electoralmente, con la deserción de algunos candidatos como Daniel Quintero, irregularidades atribuidas al CNE, y campañas de desinformación que llamaron al abstencionismo bajo el lema de “todos contra Petro”.
Aun así, con solo el 25 % de las mesas instaladas respecto a 2022, los resultados son notables, 2.7 millones de votos frente a los 5.8 millones de hace tres años, cuando se contaba con 100.000 mesas. La proporción revela un crecimiento sólido y una base política estable, pese al ambiente adverso. Muchos analistas erraron sus predicciones, mientras la ciudadanía envió un mensaje contundente contra la política del insulto, las campañas negras y los falsos redentores.
Más allá de los números, esta consulta deja una enseñanza, la gente quiere una política con sentido humano, transparente y coherente. En tiempos donde la desconfianza hacia las instituciones se resquebraja, el respaldo a Cepeda demuestra que los colombianos valoran la consecuencia entre el discurso y la acción, y que existe un electorado dispuesto a acompañar proyectos que defienden la memoria, la verdad y la reconciliación.
El petrismo ha logrado mantener viva una narrativa que conecta con las mayorías populares. Su victoria no es únicamente una corriente ideológica, sino el reflejo de un sentimiento social que exige reformas reales, equidad económica y una mayor cercanía del Estado con la gente. Sin embargo, este triunfo también interpela a todas las fuerzas democráticas, el país no puede seguir reducido a una disputa de extremos.
Si algo enseña este resultado es que la polarización no soluciona los problemas estructurales. Desde el Congreso y los partidos tradicionales debemos asumir el mensaje con humildad, reencontrarnos con las comunidades y proponer soluciones concretas que dignifiquen la vida cotidiana.
Hay un hecho evidente, entre más atacan al presidente Petro, y lo enfrentan cuerpo a cuerpo, más se fortalece políticamente. Los recientes señalamientos provenientes de EE. UU. no son una afrenta contra él, sino contra el pueblo colombiano, cansado del tutelaje y la doble moral de quienes históricamente han promovido guerras ajenas y desigualdades locales.
Colombia ya pagó un precio alto en vidas y sufrimiento por la “ansiedad” de otros por el consumo de drogas. Finalmente, Iván Cepeda encarna una nueva etapa del progresismo colombiano, más sereno, más institucional y más consciente de que la transformación del país pasa por la unidad. Reconocer su victoria no es un gesto de complacencia, sino de respeto por la voluntad popular y por el juego limpio que debe regir toda democracia madura.
Adenda, Frente a la invitación del frente humano, propongo al médico Roy Barreras para participar en Democracia, es la figura que puede unirnos en medio de la diferencia como U. Bien por la democracia, en donde todos y todas quepamos.
