La nueva clase política digital: influencers, redes y fake news

Jue, 13/03/2025 - 13:23
El periodismo necesita evolucionar sin perder su esencia. No se trata de hacer contenido viral, sino de hacer que la verdad se vuelva irrefutable.
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El algoritmo es el nuevo jefe

Si antes el poder político se disputaba en plazas públicas y medios tradicionales, hoy la lucha por la influencia se libra en TikTok, Instagram y YouTube. Los nuevos líderes de opinión no son analistas, politólogos ni periodistas: son influencers. Figuras con miles o millones de seguidores que han encontrado en la política un nicho rentable, convirtiendo el debate público en un espectáculo de tendencias, retos virales y titulares diseñados para la indignación instantánea.

En este nuevo ecosistema, el contenido importa menos que el impacto. La viralidad es la única moneda válida y la verdad, en muchos casos, es solo un estorbo.

De los medios a las redes: la mutación de la opinión pública

Las redes sociales han cambiado la forma en la que la gente consume información. Antes, la política pasaba por filtros editoriales, análisis y contexto. Hoy, el debate público se ha reducido a videos de 30 segundos, donde la complejidad se sacrifica en favor del show.

Los influencers políticos han entendido esto a la perfección. Ya no necesitan hechos ni datos, solo frases pegajosas, clips fuera de contexto y una retórica polarizante que alimente el algoritmo. La opinión pública ha dejado de ser un espacio de deliberación y se ha convertido en un circo digital donde el más ruidoso gana.

Pero, ¿quiénes están detrás de ellos? ¿Actúan de manera espontánea o responden a intereses ocultos?

El negocio detrás de la posverdad

Este fenómeno no es casual. Detrás de cada influencer político hay una estrategia y, muchas veces, un patrocinador. Partidos, campañas y grupos de interés han comprendido que es más efectivo invertir en creadores de contenido que en medios de comunicación. No se trata solo de propaganda, sino de una narrativa diseñada para moldear la realidad a conveniencia.

Las fake news han encontrado su mejor aliado en esta era. Un periodista necesita pruebas; un influencer solo necesita “creérselo”. Y cuando la emoción pesa más que la evidencia, la verdad deja de importar.

La viralidad se ha convertido en el nuevo “certificado de credibilidad”. ¿Cuántas veces hemos visto videos que suman millones de vistas mientras los desmentidos apenas alcanzan unas pocas interacciones? La mentira corre más rápido que la verdad.

Del populismo tradicional al populismo digital

Si antes los políticos usaban discursos encendidos en plazas públicas para ganarse al pueblo, hoy han trasladado esa estrategia a TikTok. No necesitan propuestas claras, solo un enemigo visible y un mensaje incendiario.

El populismo digital ha creado una nueva estrategia:
    •    Las emociones primero, los datos después (o nunca).
    •    Si lo dijo alguien con muchos seguidores, debe ser cierto.
    •    Si se hizo viral, es “vox populi”.

El problema es que esto no solo afecta a la política, sino a la sociedad. La radicalización ha encontrado su mejor herramienta en las redes. Los algoritmos refuerzan los sesgos y crean burbujas informativas donde solo consumimos lo que confirma nuestras creencias. El resultado: una sociedad dividida, fanatizada y desconectada de la realidad.

¿Y el periodismo? ¿Tiene futuro en la era del influencer?

Mientras los influencers políticos ganan terreno, los medios tradicionales luchan por no quedar obsoletos. La credibilidad se ha erosionado, la inmediatez ha reemplazado la verificación y la opinión ha desplazado a los hechos.

Pero este no es el fin del periodismo. Es su mayor reto. Frente a una audiencia que prefiere el entretenimiento a la profundidad, la pregunta no es cómo competir con los influencers, sino cómo recuperar la confianza y la relevancia.

El periodismo necesita evolucionar sin perder su esencia. No se trata de hacer contenido viral, sino de hacer que la verdad se vuelva irrefutable, incluso en el océano de desinformación.

¿Evolución o colapso?

Las redes sociales han democratizado la opinión pública, pero también la han convertido en un terreno fértil para la desinformación y la manipulación. La política ya no se gana en las urnas, sino en las tendencias.

Lo cierto es que el algoritmo ya no solo predice lo que consumimos. Ahora decide lo que creemos.

Creado Por
Radar K
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