
Como cada año, el Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma, un período de 40 días de preparación espiritual que culmina en la Semana Santa. En las iglesias de todo el mundo, millones de fieles acuden a recibir la imposición de ceniza en la frente, en un acto que simboliza la penitencia y la reflexión.
El rito de la ceniza tiene raíces en la tradición judeocristiana, donde el uso de la ceniza representaba el arrepentimiento y la humildad ante Dios. La Iglesia católica adoptó esta práctica en los primeros siglos del cristianismo, convirtiéndola en un recordatorio de la fragilidad humana con frases como: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o "Arrepiéntete y cree en el Evangelio".
En las calles de la ciudad, desde tempranas horas, largas filas se forman afuera de parroquias y templos. Algunos asisten movidos por la fe, otros por costumbre. Para muchos, es un momento de introspección y renovación espiritual.
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Sin embargo, más allá del ritual, el Miércoles de Ceniza invita a una transformación interna. La Cuaresma es un tiempo de ayuno, oración y caridad, pilares fundamentales en la preparación para la Pascua. "No se trata solo de recibir la ceniza, sino de hacer un compromiso real con uno mismo y con Dios", explica el padre José Luis Ramírez, párroco de una iglesia de Ciudad de México.
En un mundo donde el ritmo de vida es acelerado y las preocupaciones cotidianas abruman, este día representa una pausa, una oportunidad para reflexionar sobre el rumbo de nuestras vidas y la necesidad de la conversión. Con la ceniza en la frente y el corazón dispuesto, los fieles inician este camino de renovación espiritual, recordando que la fe es un llamado a la acción y al amor hacia los demás.