Alejandro Toro

Conferencista y defensor de derechos humanos en Colombia. En la actualidad Representante a la Cámara del departamento de Antioquia por el Pacto Histórico, período 2022-2026. ​​​​

Alejandro Toro

Colombia se sumaría a la ruta de a seda

El próximo 13 de mayo, se celebrará la IV Reunión Ministerial del Foro CELAC-China. A primera vista podría parecer solo otro encuentro entre cancilleres pero para quienes creemos en el poder de la diplomacia económica como motor del desarrollo, este evento representa mucho más. Es una oportunidad histórica para redefinir el lugar de Colombia en el mapa del siglo XXI. En un mundo convulsionado, donde los viejos centros de poder se fragmentan y nuevos polos emergen con fuerza, América Latina y Colombia tiene una ventana única para construir una relación estratégica con China. 

Como congresista comprometido con el desarrollo integral de nuestro país, no puedo dejar de destacar la importancia de esta cumbre, nuestra participación no será solo un gesto simbólico, sino el punto de partida para una relación mucho más profunda con una de las economías más dinámicas y decisivas del planeta. Durante este foro, Colombia formalizará su adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la ambiciosa estrategia global lanzada por China en 2013. Esta iniciativa busca conectar Asia con el resto del mundo mediante inversiones masivas en infraestructura, transporte, energía y conectividad digital. Siendo importante resaltar que actualmente 150 países ya forman parte de este proyecto, incluidos 21 países latinoamericanos.

Al sumarnos a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, Colombia abre la puerta para atraer inversión extranjera directa en proyectos estratégicos, especialmente en las regiones. Estos proyectos abarcan infraestructura clave, como carreteras, trenes, puertos, energías limpias, redes digitales, zonas francas y tecnología para la innovación. Lo interesante es que este no es solo un concepto abstracto; la participación de China en megaproyectos de infraestructura ya es una realidad tangible. Ejemplos claros de ello son la Primera Línea del Metro de Bogotá y la Autopista al Mar 2, Planta de Tratamiento de Aguas Tibitoc, el Hospital de Usme y Puerto Antioquia. Obras que no solo generan empleo, sino que también impactan la calidad de vida de las personas, mejoran la movilidad de mercancías y fortalecen la conexión del país.

La dimensión comercial de esta relación es igualmente fundamental, teniendo en cuanta que  China es el segundo socio comercial de Colombia. En 2023, el intercambio bilateral superó los 25.000 millones de dólares con exportaciones colombianas por más de 5.700 millones e importaciones que alcanzaron los 19.800 millones, lo que nos deja una balanza comercial negativa. Sin embargo, entre enero y julio de 2024, nuestras exportaciones a China crecieron un 23 % en comparación con el mismo período de 2023. Productos como el aguacate Hass, el limón Tahití y el banano están comenzando a posicionarse en el exigente mercado chino, lo que representa una oportunidad dorada para nuestro agro.

Sin embargo, no podemos conformarnos con ser simples exportadores de materias primas, necesitamos avanzar hacia un modelo de cooperación más equilibrado y diversificado. China ofrece oportunidades no solo en comercio, sino en áreas clave como innovación tecnológica, energías renovables, salud y educación. Las inversiones en estos sectores pueden ser la clave para la modernización de nuestra industria, el cierre de brechas tecnológicas y el fortalecimiento de la competitividad del país. Proyectos de investigación, intercambio académico y desarrollo de capacidades locales son esenciales para asegurar que esta relación nos beneficie a largo plazo.

La cumbre Celac-China será un momento crucial para comenzar a materializar esa visión. El país tiene todo por ganar si actúa con inteligencia, firmeza y sentido estratégico. Es hora de mirar hacia el oriente no con temor, sino con ambición. Aprovechar esta plataforma significa también diversificar nuestras alianzas internacionales, fortalecer la autonomía regional y romper con las inercias que históricamente han subordinado a América Latina a intereses ajenos. Colombia puede y debe desempeñar un papel protagónico en esta nueva arquitectura de integración birregional, promoviendo una agenda que priorice el desarrollo sostenible, la inclusión social y la soberanía económica.

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