Alejandro Toro

Conferencista y defensor de derechos humanos en Colombia. En la actualidad Representante a la Cámara del departamento de Antioquia por el Pacto Histórico, período 2022-2026. ​​​​

Alejandro Toro

Desde la Celac, Colombia está obligada a transformar el futuro latinoamericano

En un mundo cada vez más interconectado y multipolar, las naciones enfrentan desafíos globales que superan sus capacidades individuales. Cambio climático, crisis migratorias, amenazas a la seguridad, desigualdad, tensiones geopolíticas y dependencia económica son solo algunas de las problemáticas que requieren respuestas colectivas, no aisladas. En ese contexto, resulta urgente preguntarnos, ¿puede América Latina y el Caribe, a través de la CELAC, avanzar hacia una gobernanza regional con el peso y la cohesión que hoy representa la Unión Europea en el viejo continente?

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en 2010, agrupa a 33 países con una población combinada que supera los 650 millones de personas y aunque en su origen fue concebida como un espacio de diálogo político y concertación regional, sin injerencia de potencias externas, su papel ha sido más simbólico que vinculante. Hoy, sin embargo, soplan nuevos vientos, la necesidad de una voz regional coherente y autónoma ha cobrado fuerza, y la CELAC podría convertirse en el instrumento idóneo para articular esa voz.

Europa no se convirtió en Unión Europea de la noche a la mañana, fue un proceso de décadas, de construcción institucional, de cesión gradual de soberanía en áreas estratégicas, de acuerdos difíciles pero sostenidos. Lo que comenzó como una cooperación económica para evitar más guerras terminó siendo una unión política y monetaria con un Parlamento, una Comisión, un Tribunal de Justicia y una moneda común que hoy circula en 20 países. Este modelo no es perfecto, pero ha demostrado que la unión regional fortalece a los Estados miembros frente a las turbulencias del orden mundial.

La CELAC, aunque carece de estructuras similares, tiene potencial para avanzar en esa dirección. Pero requiere voluntad política, visión estratégica y liderazgo compartido, siendo importante resaltar que Colombia por su posición geográfica, su peso económico y su tradición diplomática, puede y debe jugar un papel de liderazgo en ese proceso.

Para nuestro país, avanzar hacia una gobernanza regional más integrada a través de la CELAC ofrece una oportunidad estratégica para ganar peso geopolítico, una CELAC cohesionada permitiría negociar en bloque con potencias como Estados Unidos, China o la Unión Europea, asegurando que nuestra voz cuente en las decisiones globales. Además, integrar esfuerzos regionales en áreas como energía, salud o migración reduciría nuestra dependencia externa y fortalecería la capacidad de respuesta ante crisis comunes.

En lo económico, el potencial es igualmente significativo, un mercado común latinoamericano dinamizaría el comercio intrarregional, hoy todavía bajo, y estimularía la inversión, la innovación y el desarrollo productivo, generando beneficios concretos para las regiones más rezagadas del país, conectándolas con nuevas cadenas de valor regionales, fortaleciendo las economías locales y mejorando la competitividad de nuestros productos. Además, una integración financiera regional facilitaría el acceso a fondos multilaterales para infraestructura, educación o transición energética, temas claves para el desarrollo nacional.

Por otro lado, participar activamente en la CELAC refuerza nuestra imagen como un país comprometido con la cooperación sur-sur, la solución pacífica de controversias y la promoción de una agenda regional que priorice los derechos humanos, la justicia climática y la equidad social. Fortalecer la CELAC no implica cerrar puertas al mundo, sino abrir una mucho más grande, una región unida, autónoma y con capacidad real de interlocución frente a los grandes bloques de poder global.

La historia nos exige pensar en grande. La integración latinoamericana ha sido un ideal postergado durante mucho tiempo, pero hoy es más urgente que nunca. Colombia cuenta con las condiciones y el deber de liderar este proceso de renovación regional. Apostar por una CELAC fortalecida no es solo una estrategia diplomática, sino un compromiso con el desarrollo, la soberanía y el bienestar de las futuras generaciones.

La CELAC puede y debe ser mucho más que un foro político. Debe ser el germen de una gobernanza regional efectiva, una comunidad política latinoamericana capaz de defender sus intereses, promover el bienestar de sus pueblos y ejercer soberanía en el mundo globalizado. Como colombianos, como latinoamericanos, debemos atrevernos a soñar con esa posibilidad y trabajar para convertirla en realidad.

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