Helmuhd Luvin Moreno Guevara

Comunicador Social - Periodista, MBA y Especialista en Alta Gerencia, con más de 20 años de experiencia en comunicación digital, marketing y periodismo. Docente universitario, apasionado por la inteligencia artificial, las redes sociales y la innovación tecnológica.

Helmuhd Luvin Moreno Guevara

Este no es un cuento chino

 

Algunos siguen creyendo que Silicon Valley es el epicentro de la innovación. Organizaciones como Apple, Google, Microsoft y Meta se han estado llevando los reflectores durante algunos años, pero mientras tanto, en silencio y con una disciplina milenaria, China ya nos rodeó. No fue con tanques ni con misiles, sino con inteligencia artificial, carros eléctricos, redes 5G y una estrategia industrial tan bien planificada que hoy resulta imposible ignorarla.

Basta con mirar los teléfonos celulares de Honor, Oppo, Xiaomi o Huawei. Estas marcas, que hace una década eran consideradas imitaciones de segunda, ahora marcan tendencias e incluso fabrican componentes que sus competidores estadounidenses compran en secreto. Lo mismo sucede en el mercado de los carros eléctricos. BYD ya superó a Tesla en ventas globales, y sus vehículos circulan por las calles de Bogotá, Santiago y Madrid como si siempre hubieran sido parte del paisaje.

Mientras que Occidente parece concebir la innovación como un proceso que surge del ingenio individual y la libre competencia, China comprendió que no es una fuerza espontánea del mercado, sino un plan nacional que se gesta desde el Estado. Detrás de cada avance hay un engranaje que mezcla inversión pública, disciplina empresarial y expansión global. Su “Made in China 2025” no era solo un eslogan, era toda una política de estado que hoy logra producir todo tipo de productos y servicios que se comercializan en más de 200 países confirmando su capacidad exportadora. 

De acuerdo con datos del World Integrated Trade Solution (WITS), plataforma del Banco Mundial que centraliza estadísticas de comercio global. En 2022, el país alcanzó exportaciones por US$ 3.59 billones frente a importaciones por US$ 2.72 billones, lo que se tradujo en un superávit comercial cercano a los US$ 878 mil millones.

Lo inquietante es que la conquista china ha sido casi invisible. Nos acostumbramos a pensar en productos chinos como “baratos”, sin darnos cuenta de que el verdadero poder está en la escala, en la capacidad de replicar tecnología y ponerla en cada mercado, incluso en los más cerrados.

El verdadero triunfo de China no está en vender barato, sino en redibujar el mapa del poder global. Hoy, mientras Occidente lidia con debates internos sobre regulaciones, libertades digitales y tensiones geopolíticas, China ya está diseñando el futuro de sectores estratégicos, desde la biotecnología hasta la computación cuántica. Sus laboratorios trabajan en paralelo con un sistema financiero dispuesto a respaldar proyectos de largo aliento, sin la ansiedad del retorno inmediato que caracteriza a Silicon Valley. Esa visión a 30 o 50 años convierte cada iniciativa en una pieza de dominó que, tarde o temprano, derriba barreras y abre camino en los mercados internacionales.

Incluso en el terreno cultural, Pekín entendió que no basta con exportar productos, hay que exportar imaginarios. La penetración de aplicaciones como TikTok no es un accidente de mercado, es un golpe maestro en el terreno blando de la comunicación. Mientras millones de usuarios en todo el planeta crean, consumen y comparten contenido bajo un algoritmo diseñado en Beijing, China obtiene lo más valioso de la era digital, nuestra atención. Y con ella, datos que alimentan un círculo virtuoso de innovación.

La paradoja es que seguimos repitiendo el lugar común de que China “copia”. La evidencia dice lo contrario, en inteligencia artificial, movilidad eléctrica, redes de infraestructura y energías renovables, los referentes ya no son únicamente de California o Berlín, sino de Shenzhen, Hangzhou y Shanghai. Ciudades que hace apenas unas décadas eran puertos industriales hoy se presentan como laboratorios urbanos donde la tecnología convive con millones de ciudadanos en tiempo real.

Negarlo sería ingenuo. Creer que este ascenso es pasajero, un error de cálculo. China no está improvisando, está ejecutando. Cada teléfono que vibra en nuestro bolsillo, cada auto eléctrico que circula en nuestras calles y cada video viral que consumimos es una evidencia silenciosa de un imperio que ya no necesita marchar con ejércitos, porque conquista con circuitos, software y estrategia.

Este no es un cuento chino. Es la historia que se está escribiendo delante de nosotros. Y como todo gran relato, tiene un final aún abierto, o entendemos que el tablero geopolítico cambió para siempre y jugamos con inteligencia, o despertaremos un día descubriendo que ya no queda espacio para mover las piezas.

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Helmuhd Luvin Moreno Guevara
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