Paloma Valencia

Abogada y política colombiana. Senadora de la República de Colombia por el Partido Centro Democrático desde 2014.

Paloma Valencia

Uribe perseguido político

El juicio al presidente Uribe es -sin duda alguna- una persecución política. Este no es un proceso judicial. Dos fiscales pidieron la preclusión -no había delito- y cuatro delegados del Ministerio Público, han dicho que debe ser declarado inocente. El fiscal que lo acusó había sido nombrado por Montealegre -el ministro de justicia y alegada “victima” en el proceso-, luego lo removieron, pero la acusación quedó en firme.

El senador de izquierda Iván Cepeda visitaba cárceles, está probado. Hablaba con los criminales para pedirles declaraciones contra Uribe, está probado. Ofrecía beneficios humanitarios, está probado. La conducta de Uribe se limitó a denunciar las acciones del senador de izquierda radical, y para soportar la denuncia envió a un abogado para recoger la declaración de aquellos criminales que querían hablar sobre el asunto. Solo eso.

Es tan evidente, que por eso, solo entonces 6 años después de la declaración inicial de Monsalve sobre Uribe, hay contacto con él. Monsalve buscó el contacto. Por eso, también se llega a Vélez y a todos los demás: aseguraban que iban a contar sobre el pedido de Cepeda de declarar contra Uribe, sobre sus ofrecimientos de beneficios humanitarios. Esto es fundamental, todas las grabaciones muestran que Uribe siempre y solamente pidió la verdad, no declaraciones, no retractaciones. La verdad.

De un día a otro, el proceso contra Cepeda se archiva y se vuelve contra Uribe, y extrañamente, no le notifican, es más, niegan que lo estén investigando. Lo sorprenden recién elegido Senador en 2018 con una indagatoria, ni siquiera una versión libre. Los intereses del Magistrado Barceló saltaron a la vista cuando salieron a medios ampliamente a discutir el proceso, no solo extraño, sino ilegal.

Pero no es solo eso. Aquí hay intenciones oscuras. Por ejemplo: una magistrada fue excluida de poder llevar el proceso pues había sido miembro de la fuerza pública y, por lo tanto, se supone ideológicamente cercana al presidente de entonces (Uribe). Sin embargo, es reemplazada por un magistrado que había sido contratista del gobierno Santos sobre el acuerdo de la Habana, pese a que ese mismo criterio era aplicable, Uribe fue el jefe del No contra los acuerdos de la Habana y principal opositor de ese gobierno. Sin contraer la amistad del magistrado con la esposa de Cepeda, la víctima.

Cosas muy extrañas -e inaceptables- pasaron. Por ejemplo, a Uribe le chuzaron el teléfono por error. Sí, supuestamente era otro congresista. Primero se dijo que era él -el otro congresista- quien dio el teléfono de Uribe, luego se supo claramente que era falso. Lo más grave es que al día siguiente de la interceptación, el funcionario que oía reconoció la voz de Uribe y se lo hizo saber a la magistrada auxiliar, y ella ilegalmente le dijo que mantuviera la chuzada. 32 días. ¿Qué tal?

Qué tal la casualidad de que aparecieron los chats de Cepeda y Monsalve, pero solo lo que el criminal decía. Todo lo que dijo Cepeda se borró… al parecer se le dañó el celular. Curioso. Como es curioso que el preso tuviera en la cárcel -casualmente- unos relojes espías -que graban videos- justo para recibir el abogado de Uribe. Solo cuando tuvo los relojes recibió al abogado. Esos relojes -que se negaron a entregar- finalmente aparecieron, bastante dañados y otra vez, que curioso, con minutos borrados, datos eliminados. Y entre estas cosas raras que pasaron hay que mencionar a Mercedes Arroyabe, quien acompañó a Cepeda en el peregrinaje por las cárceles -aparece mencionada en las declaraciones-, pero no apareció en el proceso. Nunca, no habló. Sobra decir lo que todos vimos: las señas de Cepeda a Deyanira -la esposa de Monsalve-. Los papelitos que le tira el abogado de las “victimas” a la fiscal…

Sabemos que es una persecución política. Lo primero es la presencia ineludible del senador Cepeda que ha hecho su carrera atacando a Uribe desde la extrema izquierda. Y lo ha hecho, mientras paralelamente ha sido un defensor férreo de la idea de los delitos políticos de las guerrillas, auspiciador de los diálogos e impulsor de toda la impunidad, y principal protagonista de La Paz Total. Tal vez, hoy cabe recordar cómo fue el senador Cepeda el confeccionador de la teoría del entrampamiento para defender a los narcoterroristas Iván Márquez y Jesús Santrich. Recuerdo verlo en su carro recogiendo a los hampones. En mala hora logró que no los extraditarán, pues como todos sabemos, sus protegidos fundaron el grupo terrorista la Nueva Marquetalia, responsable de tantos y terribles crímenes.

Es evidente que a Cepeda no le gusta la política de seguridad democrática que derrotó a los violentos, que encarceló paramilitares y guerrilleros y que les acabó el discurso de revolución. Esa política y su efectividad convirtió a Uribe en el símbolo del triunfo sobre los violentos no solo en Colombia, sino en todo el continente, que había sufrido por la financiación Rusa y Cubana de ejércitos ilegales que pretendían imponer el socialismo o el comunismo. Se les derrotó. El sueño revolucionario murió. Y obvio, esas izquierdas que añoraban su éxito, se quedaron con los crespos hechos. Uribe es su enemigo, sin duda.

Ahora que las nuevas generaciones ya no les comen tanto cuento están preocupados. Habían dicho que Colombia era un paraíso hasta que llegó Uribe, que organizó una guerra y sacaron las espeluznantes cifras sobre falsos positivos (que nos duelen y rechazamos) y las convirtieron en el legado de Uribe. Eliminando la verdad, que miles de colombianos salvaron su vida por esas políticas. Ahora que los ilegales volvieron al secuestro, la extorsión, los retenes en las carreteras, las bombas, los atentados, ahora que volvimos a ver una pequeña muestra de lo que fue nuestra realidad, los jóvenes están entendiendo a Uribe. Entienden que aquí no han cometido crímenes altruistas, sino terroristas, no revolucionarios sino narcos.

Esta es la batalla en la que estamos: Uribe y la institucionalidad, contra la historia retorcida que pretenden imponernos los defensores de la violencia política y la impunidad. Uribe jamás fue paramilitar, por eso sabemos que los testimonios de un par de hampones que buscan beneficios a cambio de su declaración, son falsos.  Dios ilumine a la juez. Una sola mujer para tomar una decisión que define nuestra historia, y que puede ser el inicio de que Colombia tenga perseguidos políticos. El presidente Petro se regodea hablando de Uribe, en 12 ocasiones se ha referido al proceso. En vísperas electorales, pensará, que el fallo puede convenirle, como a Cepeda cuya decisión de ser candidato presidencial está ligada a este fallo. Solo hay un fallo posible para que la justicia sea justa: Uribe inocente.

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