
El prolongado enfrentamiento entre el presidente Gustavo Petro y el expresidente Álvaro Uribe Vélez sumó un nuevo episodio, esta vez con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) como telón de fondo.
En una propuesta cargada de simbolismo, Petro sugirió que Uribe podría acudir a este tribunal de justicia transicional para contar su versión sobre el conflicto armado que marcó buena parte de su gobierno. La propuesta no fue bien recibida.
“Uribe Vélez puede ir a la JEP y entregar a Colombia una verdad que, aunque dolorosa, puede ayudar a salir definitivamente de la violencia”, escribió Petro en X, insinuando que el expresidente podría tener un papel crucial en la construcción de una narrativa de reconciliación nacional.
La reacción de Uribe no se hizo esperar. Con un tono desafiante, respondió atacando la legitimidad moral del presidente para hacer esa sugerencia: “Cuando usted renuncie al indulto por el cual yo voté, aclare el dinero que recibió en oscuras bolsas, se haga un examen toxicológico… tendrá usted por lo menos algo de honor para tan siquiera poder hacer esa sugerencia”.
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Lejos de apaciguarse, Petro redobló la apuesta con una respuesta aún más personal. Negó haber recibido indulto alguno o haber cometido crímenes, y se refirió directamente al episodio del video donde se le acusa de recibir dinero en efectivo: “No estoy intoxicado, no he dejado salir sangre por litros ni mía ni de nadie. […] La Corte Suprema me exoneró por el dinero de una bolsa de un video que su amiga publicó sin sonido, porque comprobó fehacientemente que era dinero de mi campaña y estaba registrado”.
En un cierre sorpresivo, Petro planteó abiertamente la posibilidad de que ambos líderes se presenten ante la JEP: “Dije que hiciéramos el pacto de la verdad. Estoy dispuesto a que vayamos nosotros dos a la JEP”.
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Este cruce ocurre en un momento políticamente álgido. Uribe enfrenta una reciente condena por soborno en actuación penal y fraude procesal, y el próximo viernes 1 de agosto se conocerá la pena. En paralelo, Petro navega aguas turbulentas dentro de su propio gobierno, en medio de tensiones institucionales y cuestionamientos éticos.
El cruce no solo revela sus diferencias: deja ver cómo, desde trincheras opuestas, ambos intentan disputar el control del relato y del presente político del país.