Durante el segundo día del cónclave, hubo fumata blanca y se escuchó: “Habemus Papam”. La gente que estaba cerca se aglomeró alrededor de la plaza de San Pedro y a los pocos minutos se abrieron las puertas del balcón de las bendiciones, de la Basílica de San Pedro, de donde vimos salir al cardenal Robert Prevost, ya como León XIV. Alzó sus manos, suspiró y exclamó: “La pace sia con tutti voi”.
Las cadenas internacionales de información interrumpieron sus emisiones para darle paso a sus corresponsales que estaban aparcados allí desde, la muerte de Bergoglio, el pasado 21 de abril. Todas resaltaban su doble nacionalidad, que era agustino y las posibles razones que tuvo para elegir ser un digno sucesor de León XIII.
Pocos días antes se especuló que podría ser la oportunidad para un sumo pontífice de origen africano, bien fuera Robert Sarah o Peter Turkson. De hecho, desde la Universidad de Ghana vimos muchos análisis que, por ejemplo, a través de Al Jazeera, apuntaban a las ventajas que podría tener para el continente negro, un sucesor de Pedro nacido en las entrañas africanas. Pero Dios siempre es caprichoso y ya tiene los caminos trazados así Nostradamus (…)
En estricto sentido, Prevost no es africano, pero Agustín de Hipona si lo fue. Nacido en Tagaste, un 13 de noviembre del año 354 D.C. en la provincia de Numidiam, hoy Souk Ahras, y convertido finalmente al cristianismo en un viaje a Roma mientras su madre, Mónica, moría con la misión cumplida de lograr, gracias al poder de la oración, la conversión de su inquieto hijo. Agustín de Hipona, o San Agustín, es el africano más importante que existe históricamente bajo la órbita del mundo católico.
El padre de Adeodato y autor de La ciudad de Dios y La Trinidad y de otras obras como sus Confesiones es, junto con Tomás de Aquino, una de las columnas vertebrales sobre las que se erigió la Edad Media. Doctores de la iglesia, ambos son referentes filosóficos de la conciliación del pensamiento griego con el cristianismo. De ahí que todo agustino sobre la faz del globo, sabe que cree para entender, y entiende para creer.
Así, Prevost es un meritorio alumno de Agustín de Hipona por su profunda devoción al estudio. Además de su lengua nativa, habla portugués, español e italiano a lo que le suma un estable maridaje con el lenguaje universal de las matemáticas. Prevost es un hombre racional y preciso en sus apreciaciones.
Con todo ello, cuesta creer que los católicos de misa no hayan leído, al menos, un libro de Agustín de Hipona o alguna biografía como la que escribió el autor de Historia de Cristo o de las famosísimas Cartas de Celestino VI. “Tolle lege” es una suerte de santo y seña que cualquier agustino sabe reconocer en cualquier lugar del mundo.
Ahora bien, por el hecho mismo del suceso, en los Estados Unidos se produjo un despliegue noticioso obvio. Cadenas informativas, conservadoras y liberales, han dedicado parte de su programación a Prevost y al significado de un papado con ADN estadounidense. Nadie ignora que el cristianismo católico es minoritario en ese país, pero eso no valió para que la noticia quedara en segundo plano por dos motivos principalmente: primero, porque se abre la posibilidad de asistir a un florecimiento del catolicismo en un país con fuerte tradición protestante y, segundo, porque quedamos a la expectativa de ver si Prevost será una legítima contraparte a los excesos de Trump. Tener un Papa estadounidense, por primera vez, es un hecho (por donde se le vea) extraordinario.
Por su parte, en Perú, más exactamente en Chiclayo, sucedió algo similar a lo que sucedió cuando, en extrañas circunstancias, Bergoglio se hizo con el papado en 2013. Un fervor, a la peruana, se ha desatado con el papado del padre Roberto como lo conocen los chiclayanos. Por algunos medios pudimos ver hasta los restaurantes donde frecuentaba para degustar la exquisita y tradicional culinaria peruana. El entusiasmo produjo, que de inmediato, aparecieran fotos del DNI que acreditan al Santo Padre como peruano.
De otro lado, decir que la era de León XIV será la continuidad del legado de León XIII sería obvio pero cualquier cosa puede pasar dado que las condiciones no son exactamente las mismas de un mundo que hacía transición a la era revolucionaria, que estalló en México y después en Rusia, como preludio de una gran tragedia mundial. Rerum Novarum dicen los más entendidos es un mantra antisocialista, pero otros dicen también que fue León XIII el Papa de los obreros.
Solo con el paso del tiempo, el mismo Prevost despejará todas las dudas que hay sobre su papado. Por ahora, lo más cauteloso será decir que se espera que León XIV promueva un armonioso liberalismo económico como base legítima de un bienestar social que, sin distinción alguna, fluya en el marco de una fe que no se acomode de manera populista a las estrambóticas modas ni a lo políticamente correcto.