
Nepal atraviesa una de las peores crisis políticas de su historia reciente. Tras una semana de protestas encabezadas por la “Generación Z”, el primer ministro K.P. Sharma Oli presentó su renuncia inmediata el martes, luego de que la represión policial contra manifestantes dejara 19 muertos el día anterior. La dimisión, sin embargo, no logró contener la furia popular: cientos de jóvenes irrumpieron en el Parlamento y prendieron fuego al edificio principal, en una escalada sin precedentes.
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Protestas por redes sociales y corrupción
Las manifestaciones comenzaron como una respuesta a la prohibición de 26 plataformas de redes sociales, entre ellas Facebook, Instagram, WhatsApp y X, decretada el 4 de septiembre. Para millones de jóvenes, esta medida representó un ataque directo a la libertad de expresión en un país donde casi el 80 % del tráfico de internet depende de estas plataformas.
La protesta digital rápidamente se transformó en un movimiento masivo contra la corrupción, el nepotismo y el estancamiento económico. Bajo etiquetas como #NepoBabies y campañas virales en TikTok, miles de jóvenes denunciaron los privilegios de hijos de políticos y empresarios que ostentan lujos con dinero presuntamente obtenido de manera ilegal.
Violencia y represión

El lunes, cuando decenas de miles de manifestantes rodeaban el Parlamento en Katmandú, la respuesta de las fuerzas de seguridad fue brutal. Según el doctor Badri Risa, del Centro Nacional de Trauma, varias de las víctimas presentaban disparos en la cabeza y el pecho. La jornada dejó 19 fallecidos y más de 300 heridos.
La represión generó la renuncia del ministro del Interior, Ramesh Lekhak, y de otros tres miembros del gabinete, quienes rechazaron públicamente las órdenes de abrir fuego contra los manifestantes.
Ataques a la élite política
Tras la renuncia de Oli, los disturbios se intensificaron. Los manifestantes incendiaron la residencia privada del ex primer ministro en Balkot, así como las viviendas de figuras políticas de alto nivel, entre ellos Sher Bahadur Deuba (líder del Congreso Nepalí), el presidente Ram Chandra Poudel y el líder maoísta Pushpa Kamal Dahal. Incluso la casa de Arzu Deuba Rana, ministra de Relaciones Exteriores y esposa de Deuba, fue atacada junto con una escuela de su propiedad.
El blanco de la furia popular también fueron las sedes de los principales partidos políticos, vandalizadas e incendiadas por las multitudes.

Contexto político y social
El levantamiento juvenil refleja una profunda frustración con un sistema político dominado por las mismas élites durante décadas. Nepal, con un ingreso per cápita de apenas 1.300 dólares y un 7,5 % de su población trabajando en el extranjero, enfrenta altos niveles de desempleo y desigualdad.
La Generación Z acusa a la clase política de corrupción sistémica y de mantener un “juego de sillas musicales” en el poder, mientras la población permanece sin oportunidades.
Consecuencias inmediatas
El gobierno levantó la prohibición de redes sociales el mismo martes, pero la decisión no logró calmar las calles. Se decretó un toque de queda indefinido en Katmandú y otras ciudades, las escuelas fueron cerradas y el aeropuerto internacional suspendió todos los vuelos por motivos de seguridad.
Según cifras hospitalarias, los disturbios han dejado al menos 25 muertos y 347 heridos en los últimos días. Amnistía Internacional condenó el uso de munición real contra manifestantes y la ONU exigió una investigación independiente.
Un movimiento sin precedentes
La renuncia de Oli marca el fin de su cuarto mandato y de una figura central en la política nepalí. Sin embargo, el vacío de poder y la furia de los jóvenes auguran un futuro incierto. La revuelta de la Generación Z ha convertido a la juventud en protagonista de un levantamiento que, según analistas locales, puede cambiar el rumbo de Nepal en los próximos años.