
El sistema de salud en Colombia no está colapsando: lo están saqueando. Mientras millones de colombianos hacen fila por una cita o un medicamento, hay quienes se enriquecen firmando contratos a dedo, inventando recobros y montando empresas de papel. La crisis no es un accidente: es la factura de una maquinaria corrupta que funciona como un reloj suizo… solo que, en vez de tiempo, marca robos.
La salud, convertida en botín político
En Colombia, la salud dejó de ser un derecho para convertirse en una mina de oro. Gobernadores, secretarios de salud y burócratas disfrazados de tecnócratas han hecho del sistema un negocio redondo. El modus operandi es siempre el mismo: pliegos amañados, licitaciones a medida, contratos sin competencia y operadores sin experiencia, pero con padrinos poderosos.
El resultado es monstruoso: hospitales públicos quebrados, EPS intervenidas y pacientes abandonados a su suerte. Mientras tanto, detrás de escritorios y reuniones “técnicas”, se reparten comisiones y favores.
La plata sí llegó… pero no a los pacientes
La Contraloría General advirtió recientemente irregularidades por 6 billones de pesos en el manejo de recursos de 24 EPS. Plata pública, sagrada, que terminó desviada en pagos injustificados, recobros por servicios que jamás se prestaron y medicamentos cobrados con sobrecostos de hasta el 500%. En el caso del Fondo de Prestaciones del Magisterio, otro escándalo: hallazgos por 436.000 millones de pesos usados para pagar contratos sin control, mientras maestros enfermos esperan atención médica.
El caso Coosalud: la joya podrida
La intervención de la EPS Coosalud destapó otro pastel: desvíos de recursos hacia cuentas internacionales, contratos firmados con proveedores fantasma y una estructura paralela que financiaba campañas políticas. Y esto, en la quinta EPS más grande del país, que atendía a más de 2.5 millones de afiliados. Cada paciente era solo un número en una base de datos. Un pretexto para robar.
Pacientes: los que pagan el precio más alto
Las consecuencias son brutales. Pacientes sin diálisis. Niños con enfermedades huérfanas esperando medicamentos que nunca llegan. Ancianos rogando por una cita. Clínicas públicas cerrando turnos porque no hay insumos. Y todo, mientras el sistema sigue siendo repartido entre gamonales regionales y tecnócratas que venden humo en ruedas de prensa.
El discurso del gobierno: promesas vacías
El gobierno habla de “reforma estructural” y “rescate del sistema”, pero los contratos siguen oliendo a podrido. Las EPS liquidadas desaparecen dejando deudas impagables, y los nuevos operadores llegan por la misma puerta giratoria, apadrinados por los mismos políticos que destruyeron el modelo anterior.
La gran estafa nacional
El sistema de salud colombiano no está en crisis: está secuestrado. Las EPS son solo la fachada visible de un entramado donde la corrupción no es un daño colateral, sino el verdadero modelo de operación. La plata existe, pero va a parar a bolsillos privados. Los pacientes importan, pero solo en la contabilidad de recobros.
La enfermedad real
“Aquí no faltan médicos, ni hospitales, ni talento humano. Aquí falta vergüenza". La salud no está enferma: la matan a diario, a punta de contratos podridos, favores políticos y silencios comprados. La verdadera pandemia del sistema es la corrupción. Y a esa no le buscan cura… porque es la que les da de comer.