El caso de Jeffrey Epstein, considerado uno de los mayores escándalos de abuso sexual en la historia reciente de Estados Unidos, volvió a sacudir la opinión pública internacional tras el testimonio de Andrea Sterling, una mujer colombiana que decidió romper el silencio y relatar lo que vivió cuando era menor de edad. Su historia no solo revive los métodos de engaño utilizados por el magnate, sino que también incorpora a Colombia en una trama marcada por la impunidad, el poder y la persistente lucha de las víctimas por justicia.
Sterling, quien actualmente reside en Miami, Florida, contó que su contacto con el difunto magnate se produjo poco tiempo después de llegar a Estados Unidos junto a su madre. Según relató en entrevistas con varios medios, una conocida le ofreció un supuesto trabajo de masajes en una lujosa residencia de Manhattan. La propuesta, presentada como una oportunidad laboral, ocultaba una realidad muy distinta que se reveló apenas cruzó la puerta del lugar.
De acuerdo con su testimonio, su edad, la falta de información y el desconocimiento del entorno la dejaron en una situación de extrema vulnerabilidad. Sterling aseguró que en ese momento no sabía quién era Epstein ni comprendía la influencia y el poder que ejercía. Lo describió como una figura dominante, cuya conducta fue escalando progresivamente, en un escenario que ella intentó resistir durante largo tiempo. Su relato coincide con el patrón documentado por la justicia estadounidense: jóvenes reclutadas bajo falsas promesas y llevadas a espacios completamente controlados por el magnate.
La decisión de hacer pública su historia llega en un momento clave del proceso judicial. En diciembre de 2025, Andrea Sterling se sumó a una demanda colectiva interpuesta por cerca de 40 mujeres contra el Buró Federal de Investigaciones (FBI). Las denunciantes sostienen que la agencia actuó con negligencia al no intervenir de manera oportuna, pese a contar con información previa sobre las actividades de Epstein, lo que habría permitido que los abusos se prolongaran durante años.
Sterling ha señalado que su principal motivación es que se esclarezcan los hechos y se reconozca la responsabilidad institucional. Para ella, hablar públicamente también ha implicado enfrentar el estigma, el miedo y el silencio que durante mucho tiempo rodearon a las víctimas. Su testimonio pone en evidencia que la red de Epstein no se limitó a círculos de poder en Estados Unidos, sino que alcanzó a jóvenes de distintos países y contextos sociales.
La reactivación del caso coincide además con la reciente desclasificación de documentos por parte del Departamento de Justicia estadounidense, que han vuelto a poner bajo la lupa a figuras influyentes vinculadas al magnate. Mientras los procesos judiciales continúan su curso, la voz de Andrea Sterling se suma a la de otras sobrevivientes que buscan mantener viva la memoria de las víctimas y exigir verdad y justicia en uno de los capítulos más oscuros de las últimas décadas.
