Ninguna sociedad funciona sin orden, el que garantiza la convivencia pacífica. Las democracias sustentan sus principios fundacionales en la libertad, el imperio del derecho y la igualdad. Para ello, los antiguos griegos, a través de la idea de la polis: la ciudad-Estado, plantearon como condición esencial para el funcionamiento de la democracia, la existencia de una institución que se encargara de mantener el orden y la convivencia, de ahí deriva la palabra: policía.
Sin ella, las voluntades individuales por encima de las normas, bajo la arbitraria imposición del más fuerte ante el débil o el desvalido, derivarían en anarquía y desorden. Sería una sociedad inviable e injusta.
Bajo este principio, la Policía de los colombianos ha perdurado 134 años. Centenaria, respetada y admirada en todas las latitudes por su profesionalismo, por ser cuna de formación de extraordinarios servidores y profesionales, así como actor protagónico en momentos decisivos para la defensa, vigencia y existencia misma de la nación.
Cómo olvidar que más de 2.000 policías ofrendaron la vida en la guerra contra los carteles o miles más en el conflicto armado interno, muchos de ellos secuestrados y torturados. Cómo no distinguir sus aportes y buenas prácticas en la lucha contra el crimen organizado que los ha vuelto un referente global. Cómo no reconocer que en diferentes crisis siempre se acude a ella: desde una llamada de emergencia, hasta la atención de graves desastres naturales; desde la imprevista atención de un parto en la calle, hasta el valor y coraje para enfrentar poderosas organizaciones del crimen y delincuentes de toda pelambre.
También con ese valor, se reconoce y corrige al funcionario que se aparta de los postulados éticos que afectan la imagen y confianza, reconociendo los errores para seguir adelante con humildad.
Han sido cuatro características esenciales que han garantizado la superación de estas crisis en diferentes momentos de la historia reciente del país: su carácter nacional, profesional, de carrera y no deliberante. Una eventual politización de la Policía, su fragmentación o la alteración de su cultura, tradiciones y creencias, no sólo debilitaría la institución, sino que condenaría el país al fracaso, a la inviabilidad, a desbaratar la base de la convivencia y de la garantía de los derechos y libertades constitucionales.
Precisamente estos rasgos doctrinales han sido lo que ha permitido su longevidad y fortaleza para enfrentar los enemigos de la nación. Por eso, a los policías se les llama guardianes del orden.
Grandes retos se avecinan, el más urgente, la protección de la democracia con las venideras elecciones. En nadie más se confía para evitar el fraude, la trampa o el engaño, que en la Policía, en su neutralidad, en su sustracción del debate político, en que se debe finalmente a la nación y no al poder. Permitirlo, socavaría el espíritu de la participación ciudadana: la libre elección; se destruiría la soberanía que reside en la voluntad del pueblo y en la Institución como depositaria para preservar esas garantías. Por ningún motivo se puede ser inferior a ese reto, máxime en los momentos de incertidumbre por los que atraviesa el país. La historia nos juzgará por nuestras elecciones, acciones y decisiones.
Que en su aniversario se enaltezcan los más de 90 policías que han fallecido en estos últimos años. Hago votos especiales por sus padres, viudas y huérfanos. Solo Dios y ellos, quienes han sufrido en carne propia perder la vida de su ser querido por salvar la de otros, conocen el sacrificio de continuar sin el que ha sido el faro y ejemplo a seguir en sus familias: el policía. Celebro con respeto la decisión del señor director general, como muchos gobernadores y alcaldes, de cuidar la dignidad y el trato hacia el policía.
En el libro “Caracterización de la familia policial: guía para conducción del desarrollo humano en organizaciones policiales”, una laureada investigación científica pionera en estudio de la salud mental y emocional del policía, se concluía que no existe una herramienta más poderosa que supla el valor que representa la familia, como movilizador principal e impulsor de motivación personal, laboral e incluso corporativa y organizacional para el uniformado.
Se concluyó que la familia es el más fuerte movilizador de satisfacción personal y profesional, por encima del factor salarial, que sin descuidar una política de estabilidad en sus traslados, de cuidado de su salud, de crecimiento profesional, cohesión y respeto profesional entre sus miembros, se fortalece la fraternidad, cortesía y el sentido de pertenencia organizacional. Es la familia el factor cohesionador más importante. A eso se deben los policías: a sus familias, a su Institución, a Dios y la Patria.
Para los colombianos es una tarea inaplazable: agradecer y respaldar siempre a sus policías, para quienes dirigen sus destinos es una responsabilidad histórica, de la que sabemos por sus principios y valores, estarán a la altura, precisamente por su origen humilde y llamado al servicio público que los hizo policías; y para para quienes algún día vestimos el uniforme, es una consigna de honor: respaldar, cuidar, ayudar y proteger desde todas las orillas profesionales a la Policía, que es de todos; porque cuando se es policía un día, se es policía toda la vida. Larga vida, honor y gloria a nuestra Policía Nacional. Felicitaciones en su aniversario.
