Sucedió esta mañana. Un carro autónomo de Uber, en plena prueba de conducción, atropelló a una mujer que iba en su bicicleta por una calle de los suburbios de Phoenix. Elaine Herzberg, de 49 años, murió por las heridas después de haber sido trasladada a un hospital.
El vehículo iba en modo conducción automática con un piloto de seguridad detrás del volante, lo que obligó a la empresa online a anunciar la suspensión total de sus ensayos con autos sin conductor, que ya hace meses realizan en Phoenix, Pittsburgh, San Francisco y Toronto.
Un portavoz de la empresa anunció su total cooperación con las autoridades de Tempe, que investigarán los hechos que aún faltan por aclarar; y la directora general, Dara Khosrowshahi, expresó sus condolencias en Twitter: “Noticias increíblemente tristes llegan de Arizona. Mientras trabajamos con la policía local para averiguar qué sucedió, nuestros pensamientos están con la familia de la víctima”.
Lo cierto de la historia es que en su afán por ser pioneros de este emprendimiento, las firmas podrían estar generando suspicacias alrededor de la seguridad de este tipo de coches. Y a pesar de que en este momento 33 estados de Estados Unidos han considerado legislar al respecto, una encuesta dice que al menos el 78 por ciento de las personas temen subirse en este tipo de autos.
Tampoco es la primera vez que sucede: ya el año pasado habían suspendido sus pruebas, cuando sucedió un accidente menor. Y en 2016, se registraron problemas en sus autos, que se pasaban las luces de los semáforos en rojo.
Para todos aquellos, que desconfían de los robots, esta medida de Uber puede ser un alivio, pero la tecnología avanza tan rápidamente, que no es fácil atajarla, y tal vez dentro de poco tengamos que ajustarnos a este tipo de automóviles y a una nueva modalidad de accidentes, que no tendrán nada que ver con el factor humano como el exceso de velocidad, alcohol, cansancio, o la inexperiencia.
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