Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

“El mito del votante racional”

Me he encontrado en estos días con un político colombiano retirado de tal actividad y dedicado ahora a escribir sus memorias, que pintan interesantes porque su vida pública coincide con episodios de la vida  colombiana que vale la pena repasar; sobre todo a la gente joven, que los ignora y por tanto desconoce el origen de los males que hoy aquejan al país. Este hombre, a quien creo uno de los personajes más honestos que han pasado años en la actividad legislativa de este país, votó por Gustavo Petro.

Hoy está arrepentido, aunque en su descargo hay que recordar que en la última elección presidencial, a los votantes colombianos se les ofrecía solo la posibilidad de pegarse un tiro en la sien o lanzarse desde la terraza de un rascacielos. Oyendo a mi contertulio hablar del desmontaje que está haciendo Petro de las instituciones, y de la necesidad de que quien venga a reemplazarlo sea alguien con sentido y conocimiento del Estado, pensaba en lo irracional que resulta casi siempre ese proceso de elegir a quien tome las riendas de un país.

“Colombia es hoy un coche desarmado dentro de un garaje, con las piezas esparcidas por el suelo, y hace falta alguien que sepa armarlo de nuevo y ponerlo en marcha”, decía mi interlocutor. Sí, es cierto. Pero, ¿cómo se llegó a que Gustavo Petro fuese una de las opciones para alcanzar la para presidencia del país? También por una irracional selección en primera vuelta de candidatos que, si nada lo remedia, se repetirá dentro menos de dos años, cuando la gente vuelva a las urnas.

Bryan Caplan, un joven profesor de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, publicó hace unos años un libro de éxito titulado “El mito del votante racional. Por qué las democracias prefieren las malas políticas”. Veamos lo que ha ocurrido en una de las mayores democracias del mundo, Estados Unidos, para constatar que la pregunta de Mason es muy pertinente: los granjeros que eligieron a Trump ahora pierden dinero con sus aranceles, o lo votaron para frenar la inmigración y ahora no encuentran trabajadores. El profesor de Fairfax tiene razón.

Pero no tenemos que irnos tan lejos, claro. Colombia es una democracia, imperfecta pero democracia todavía, con contrapesos institucionales que aún pueden frenar los delirios populistas y disparatados de Petro; y su caso es muy buen ejemplo para ilustrar la tesis de Caplan. “La democracia saca lo intelectualmente peor de cada uno. Elegir a nuestros representantes por mayoría nos hace irracionales y adeptos a una extraña religión que nadie cuestiona”, dijo Caplan en una reciente entrevista a un diario europeo.

Cuando Gustavo Petro deje el poder se irá con una buena pensión a disfrutar de la vida sin importarle demasiado el daño que habrá hecho. Es más, será recibido con los honores debidos al alto cargo que desempeñó. En cambio, en el caso de un ciudadano de a pie que hubiese actuado así o de un empresario que hubiese hecho lo mismo, el primero arruinando a su familia o el segundo quebrando una empresa, pagarían muy caro las consecuencias.

El político desastroso, no. A no ser que decida suicidarse en un bunker como Hitler, quien por cierto, también llegó al poder elegido por el pueblo alemán. No está de más recordarle este pequeño detalle al presidente colombiano, que invoca en estos días la sabiduría popular para avalar el camino del precipicio al que quiere llevar a su país. “Los electores son algo peor que ignorantes: son, en una palabra, irracionales, y votan en consecuencia”.

Si concedemos entonces que los votantes son irracionales, dice Bryan Caplan en su libro, “¿Podemos detenernos ahí? Los votantes son personas; si el día de las elecciones se comportan de una forma extremadamente irracional, lo que cabe considerar probable es que esa conducta persista durante el resto del año. ¿O es que las personas degeneran como por arte de magia en una forma de vida intelectualmente inferior ante la mesa electoral para retornar a su estado normal tras haber emitido el voto?”

En este período preelectoral que se ha abierto en Colombia no está de más atender al llamado de gentes como Caplan. O como Gustave Le Bon, profesor de psicología de las masas, que tampoco es manco: “Las masas nunca estuvieron sedientas de verdades. Se alejan de la evidencia que no es de su gusto y prefieren deificar el error si el error las seduce. Quienquiera que sea capaz de proveerlas de ilusiones será fácilmente su amo; quienquiera que intente destruir sus ilusiones será siempre su víctima”.

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