La niña que nunca salió del mar: la vida de Sandra Bessudo

Vie, 05/09/2025 - 14:11
Lo que comenzó como un viaje de buceo en 1987 se convirtió en una razón de vida: proteger la biodiversidad de Malpelo.
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Fundación Malpelo

Cuando se le pregunta a Sandra Bessudo por el origen de su vocación, la ambientalista colombofrancesa no duda en remontarse a su infancia. “Tengo que decirte que eso fue de la mano de mi padre, yo creo que la educación y lo que los padres le enseñan a uno pues tiene unas consecuencias en el crecimiento de la persona”, recuerda.

Su primera inmersión, a los cuatro años, fue en los arrecifes del Caribe. Con una careta, un snorkel y unas aletas, descubrió un universo de colores que marcaría para siempre su vida: “Vi unos peces ángel del Caribe con unos colores increíbles que cualquier niño viendo colores se emociona, y me abrió los ojos de lo que había ahí debajo del agua”.

El descubrimiento de Malpelo

Ese asombro temprano la llevaría años después a Malpelo, la isla que transformó su destino. Corría 1987 cuando viajó por primera vez con un grupo de buzos veteranos. Allí, en medio de corrientes intensas y rodeada de tiburones, comprendió que había encontrado un lugar al que siempre querría volver. “Me encantó tanto bucear en Malpelo que quise volver y volver y volver”, dice.

Sin embargo, lo que más la marcó no fue solo la riqueza del mar, sino también la destrucción que empezaba a presenciar: barcos anclados sobre corales, montañas de tiburones muertos en las bordas y compañeros que extraían langostas y peces. “Lo que me emocionaba ver vivo, lo estaba empezando a ver muerto”, confiesa.

 

Del dolor al activismo

Esa mezcla de fascinación y dolor sembró en Bessudo una determinación que con los años se convertiría en activismo. “Yo me quedaba en la parte de atrás del barco mirando cómo me alejaba de la isla con las lágrimas en la cara. Me dolía irme de Malpelo, profundamente”.

La oportunidad decisiva llegó en 1992, cuando acompañó al presidente César Gaviria en una visita a la isla. “Fue el momento en el que pude mostrarle dos sitios de Malpelo y decirle: presidente, ayúdeme a que este sitio sea un área protegida”. El proceso culminó durante el gobierno de Ernesto Samper, cuando Malpelo fue declarado Santuario de Fauna y Flora, adscrito a Parques Nacionales Naturales de Colombia.

Fundación Malpelo: trabajar sin recursos

Pero la declaratoria era apenas el inicio. En 1998, Bessudo asumió como jefe del santuario, una tarea que, recuerda, enfrentó sin apoyo económico: “No había un peso, entré realmente como voluntaria, porque no había recursos del Estado para tener gente pagada”.

 

Fundación Malpelo
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Fundación Malpelo

Fue entonces cuando creó la Fundación Malpelo y Otros Ecosistemas Marinos (1999), con el propósito de canalizar cooperación internacional y sostener un plan de manejo que el gobierno no podía financiar. Desde entonces, cada expedición, cada viaje de buceo y cada turista que organiza aporta a la conservación.

Ciencia y expansión del área protegida

Hoy, más de 54 expediciones científicas multidisciplinarias han permitido ampliar el conocimiento sobre la conectividad de especies y la importancia de los montes submarinos. “Estos son como unos oasis de vida en la mitad de ese océano inmenso”, explica.

Gracias a esa evidencia, el área protegida creció hasta alcanzar 47.000 km², consolidándose como una de las reservas marinas más relevantes del planeta. Además, Malpelo hace parte del Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, una alianza con Ecuador, Costa Rica y Panamá para proteger ecosistemas migratorios compartidos.

El trabajo incluye proyectos de telemetría satelital y acústica que rastrean tiburones, tortugas y mantas, así como expediciones con submarinos a profundidades de hasta 400 metros, en colaboración con National Geographic.

Más allá de Malpelo: el Golfo de Tribugá

Su lucha no se limita a la isla. También ha acompañado a comunidades del Pacífico colombiano en la defensa de ecosistemas costeros, como el Golfo de Tribugá, amenazado por megaproyectos portuarios. Allí se encuentran zonas de crianza del tiburón martillo, además de tortugas y ballenas.

 

Fundación Malpelo
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Fundación Malpelo

Para Bessudo, el dilema es claro: “La comunidad se dio cuenta que un puerto de estos lo único que va a hacer es hacerles un daño infinito. Esa zona definitivamente su vocación es una vocación de turismo de naturaleza, de pesca artesanal sostenible, de agricultura sostenible, de silencio, de paz, de prosperidad”.

Reconocimientos y legado

Después de tres décadas de trabajo ininterrumpido, la ambientalista reconoce con gratitud los premios y distinciones que ha recibido —desde la Orden Civil al Mérito Ambiental hasta galardones internacionales—, pero insiste en que su verdadero legado está en la continuidad del esfuerzo colectivo. “Yo creo que lo más importante ha sido ver que Colombia y el mundo reconocen este sitio. Haber generado ese granito de arena para nuevos líderes que han llegado, nuevas personas que están cumpliendo labores de conservación de Malpelo”.

No obstante, también confiesa una preocupación personal: “Lo que no me gusta es que me saquen del juego. He traído a todo el mundo, no he alejado a nadie, y siento que de una u otra manera tengo algo que decir en lo que suceda con Malpelo. Mientras esté viva, siempre seré la aliada de la conservación y, entre comillas, la mamá de la conservación de Malpelo”.

 

Fundación Malpelo
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Fundación Malpelo

Un mensaje de unión

En su mensaje final, la directora de la Fundación Malpelo subraya la importancia de la unión: “Todo funciona cuando uno se alía, cuando no nos sacamos a codazos, cuando nos unimos y trabajamos juntos. Esa fue la clave de Malpelo: hubo mucha unión, mucha gente que me siguió, mucha ayuda”.

Hoy, cuando se cumplen 30 años desde que la isla fue declarada santuario, Bessudo celebra lo alcanzado, pero también llama a la madurez colectiva: “Colombia tiene un tesoro, no solamente Malpelo, sino toda su naturaleza y su biodiversidad. Tenemos que seguir trabajando unidos, no polarizados”.

Creado Por
Valerie Michelle Skinner Parra
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