
Enrique Peñalosa se define a sí mismo como “apasionado y terco”. Y quizá esa terquedad es lo que lo mantiene en la vida pública, insistiendo en dar batallas por Colombia, aun después de derrotas políticas, críticas y años de controversias.
En esta conversación, Peñalosa se mostró cercano y reflexivo. Habló de su infancia marcada por la figura de su padre, quien dirigió la Reforma Agraria en los años sesenta y de los múltiples oficios que desempeñó en su juventud: obrero, vendedor de zapatos, lavaplatos, recepcionista. Historias que revelan al hombre detrás del político y que, según él, le dieron una perspectiva real sobre la desigualdad y la necesidad de transformar al país.
Ha perdido elecciones, lo admite sin rodeos: “Dicen que con las derrotas uno aprende; entonces yo debo ser un sabio porque he perdido como siete elecciones”, dice con ironía. Pero también recuerda los resultados que marcaron a Bogotá: la recuperación del Bronx, la creación del Parque Tercer Milenio, el impulso a las ciclorrutas y a TransMilenio, y los colegios y parques que hoy hacen parte del día a día de los bogotanos. “Una bicicleta vieja es igual de importante que un carro de lujo recién salido de la tienda”, afirma para resumir su visión de igualdad.
Peñalosa insiste en que la política no es discurso, sino acción. Lo repite con convicción: “Aquí cualquiera puede sentarse y decir maravillas, pero lo elocuente es que yo ya lo he hecho. Yo sé hacerlo y lo voy a hacer”. Y desde allí aborda los grandes temas nacionales: la necesidad de seguridad firme frente al crimen organizado, la urgencia de mejorar la educación pública con calidad y resultados, y la importancia de generar riqueza y distribuirla de forma justa.
En el diálogo emergió también el Peñalosa íntimo, el hombre que sigue soñando con la Colombia profunda. Contó la historia de la niña que murió en sus brazos cuando la llevaba a un hospital, una experiencia que lo marcó para siempre y lo convenció de trabajar por los más vulnerables. Habló de su amor por los parques nacionales, por el campo y por el poder transformador de los espacios públicos. “Es un acto de creación, dice, como pintar un cuadro o escribir una canción. Lo que me apasiona es crear igualdad y oportunidades para los colombianos”.
Al final, queda la imagen de un hombre que ha sido alcalde, candidato, profesor, urbanista y soñador. Un político que ha enfrentado victorias y derrotas, que despierta pasiones encontradas, pero que no abandona su empeño de mostrar que la terquedad también puede ser motor de transformación.
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