Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

De terrorista a estadista

Tal vez no se veía algo así desde los tiempos de Yasser Arafat. Una poderosa operación de rehabilitación política la que ha realizado el presidente sirio, Ahmed al-Sharaa. 

En el marco de la Asamblea 80° de la ONU tuvo lugar el histórico encuentro -Concordia Annual Summit- entre Ahmed al-Sharaa y el general David Petraeus, quien le solicitó a Al-Sharaa que les ayudara a entender cómo había logrado convertirse en el presidente sirio después de pasar por las filas de Al-Qaeda. 

En un año, ha realizado una serie de maniobras diplomáticas que lo han conducido a ser recibido en La Casa Blanca como un estadista después de haber sido declarado, por la misma, como un terrorista cuya cabeza estuvo estimada en 10 millones de dólares. Ahmed al-Sharaa fundó, en 2017, Hay’at Tahrir al-Sham o HTS conocida como Organización para la Liberación del Levante, hoy es el presidente, reconocido internacionalmente, de Siria. 

Una vez caída la dinastía Al-Assad, el primer paso fue recibir, en Damasco, la visita de Karim Khan, Fiscal de la Corte Penal Internacional, con quien se comprometió a colaborar con la justicia internacional para la investigación de los crímenes cometidos durante la dictadura de Bashar Al-Assad y la debida persecución de los responsables por dichas atrocidades. Dijo, en enero, tener toda la voluntad política para aplicar los mecanismos de una justicia transicional (mejor entendida como transaccional) a pesar de los escollos jurídicos al no ser parte del Estatuto de Roma y tampoco contar con las instituciones judiciales para ello. 

Enviado ese mensaje a la comunidad internacional, dio el siguiente paso y fue planear una gira por varios países, entre febrero y mayo, incluyendo, como primera parada, Arabia Saudita, después a Jordán, Emiratos Árabes Unidos-UAE, Bahréin y Catar, como una manera de obtener reconocimiento y legitimidad por parte de los Estados moderados de la región, cercanos a Estados Unidos y a Israel como UAE y Bahréin quienes suscribieron, en 2020, los Acuerdos de Abraham y, a su vez, salir del aislacionismo producido por Al-Assad en virtud de la cooperación económica y militar. 

A mediados de mayo, y con mediación príncipe saudí, Mohammed bin Salman, se encontró con Trump en Riyadh logrando que el gobierno estadounidense levantara, inicialmente, las sanciones económicas durante seis meses. Lamentablemente, y por efectos del actual shutdown, en Estados Unidos, no pudo lograr que el Congreso -única instancia que puede hacer eso- lo hiciera definitivamente; en consecuencia, logró una prórroga por 180 días más, en espera de que sean definitivamente levantadas por el legislativo estadounidense. 

En septiembre, ante la ONU, señaló que la agenda de la política exterior se fundamentaría sobre tres pilares: una diplomacia balanceada, estabilidad y seguridad, y, por último, y desarrollo económico. Puso énfasis en el levantamiento de las sanciones económicas a cambio de la creación de instituciones que garanticen la representación de todas las comunidades en Siria y justicia por los crímenes cometidos durante el gobierno de Al-Assad. Condenó, como era de esperar, los bombardeos de Israel en territorio sirio, pero no quiso referirse a la extrema situación de los drusos. 

El 10 de octubre se dirigió a Moscú donde se entrevistó con Putin, aliado de Bashar Al-Assad y quien le ha concedido el asilo a él y a toda su familia tras su caída a finales del año pasado. El punto neurálgico para Putin era preservar la base militar aérea de Khmeimim y la base naval de Tartus en territorio sirio. Ahmed al-Sharaa le concedió este punto a cambio de obtener el reconocimiento del nuevo orden político. 

Y, antes de regresar a Washington, hizo una parada en Belem (Pará), la semana pasada, a fin de asistir a la COP30 donde recalcó que uno de los temas de su agenda es: “lograr una cooperación ambiental desde el Amazonas hasta los ríos Barada y Éufrates (…) debemos trabajar juntos para enfrentar la crisis climática”.

Ya en La Casa Blanca ha logrado que la administración Trump considere como un objetivo estratégico que Siria haga parte de los Acuerdos de Abraham, lo cual supondría: 1. Pasar a ser un aliado de los EE.UU. en materia de contra-terrorismo, lo cual significaría una estrecha cooperación militar en asuntos de armamento, logística y tecnología, que le permita compartir acceso a fuentes de información de inteligencia; 2. reducir la influencia iraní en Siria y 3. mejorar las relaciones en materia económica y de comercio, principalmente, en lo referente a inversión extranjera. Todo lo anterior como parte de la estrategia por reconfigurar el equilibrio de poder en Oriente Medio.

Después de sostener una reunión atípica con Trump en el Salón Oval, Ahmed al-Sharaa salió a saludar a unos manifestantes que estaban aparcados sobre la Avenida Pennsylvania. Cordialmente se dirigió a ellos y pasó sobre su cuello una bufanda, que le regalaron sus conciudadanos, con los colores de la bandera siria. 

Bajo el mando de al-Sharaa, Siria está enviando al mundo un mensaje claro: se puede pasar del conflicto y la marginación internacional, por medio de la diplomacia y la cooperación, hacia una positiva reinserción a la arena global promoviendo el orden, la inversión extranjera, la confianza, la justicia y la reconstrucción nacional. El mayor desafío será poner todos los cimientos institucionales para que el pueblo sirio conozca la democracia. De lo contrario, podríamos estaremos ante otro Al- Assad pero con diferente nombre.

 

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