
Mientras la atención internacional se dispersa entre crisis en Medio Oriente, tensiones en Asia-Pacífico y conflictos migratorios en Europa, un foco de inestabilidad nuclear que lleva más de siete décadas latente sigue sin recibir la atención que merece.
India y Pakistán, entre ambos, poseen más de 300 ojivas nucleares, una cifra confirmada por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Sin embargo, lo más alarmante no es tanto el número, sino las doctrinas nucleares que ambos países defienden
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India sigue una política de no primer uso, aunque ha insinuado que podría modificarla según el tipo de amenaza.
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Pakistán, en cambio, no descarta el uso preventivo de armas nucleares, especialmente si su integridad territorial se ve comprometida.
Ambos han desarrollado armas nucleares tácticas, lo que reduce el umbral para su uso en escenarios de guerra convencional, especialmente en la disputada región de Cachemira.
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¿Superioridad militar o equilibrio nuclear?
La brecha militar entre India y Pakistán, reflejada por el ranking de Global Fire Power de 2025, revela más que simples cifras: expone las desigualdades estratégicas, las prioridades presupuestales y los riesgos de un conflicto regional desproporcionado con implicaciones globales.
Según el informe, India se sitúa en el 4º lugar mundial en capacidad militar, mientras que Pakistán ocupa el puesto 12 de un total de 145 países evaluados. A primera vista, la diferencia de ocho posiciones parece una ventaja clara, pero ¿realmente refleja esta clasificación la capacidad de disuasión o la probabilidad de victoria en un conflicto?
India muestra una estructura militar de gran escala y avanzada capacidad logística. Con 2,2 millones de efectivos, una Fuerza Aérea con más de 2.200 aeronaves, y una Armada con dos portaaviones —una capacidad rara fuera del círculo de grandes potencias—, el país mantiene una posición dominante en Asia meridional.
Su infraestructura logística también es impresionante: 311 aeropuertos, 56 puertos y 65.000 kilómetros de vías férreas proporcionan movilidad rápida y reabastecimiento eficaz. Este despliegue sitúa a India como un actor no solo regional, sino con aspiraciones globales.
Pakistán, con una fuerza menor en números absolutos, presenta un ejército que ha sido tradicionalmente más centrado en la defensa asimétrica y la disuasión nuclear. Cuenta con 1,3 millones de efectivos totales y capacidades notables en artillería y aviación, pero sin el poder de proyección de India.
A pesar de su tamaño más modesto, Pakistán ha invertido intensamente en artillería cohetera, entrenamiento y aviación de combate, demostrando una estrategia de compensación por inferioridad convencional con movilidad, precisión y capacidad de respuesta rápida.

¿Una guerra que nadie ve venir?
Mientras el mundo mira hacia Ucrania, Gaza o Taiwán, el conflicto indo-pakistaní permanece en la sombra del radar diplomático. Sin embargo, algunos expertos advierten que esta indiferencia puede tener consecuencias catastróficas.
Un estudio del Instituto de Tecnología de Princeton modeló un escenario de guerra nuclear limitada entre India y Pakistán. ¿El resultado? Más de 100 millones de muertes en pocos días y un invierno nuclear que afectaría el clima global durante años.
La paradoja es trágica: cuanto más se prolonga el statu quo, más normalizada se vuelve la idea del conflicto, y más cerca estamos de una catástrofe que no tendría ganadores.
Cachemira en una guerra larga
Cachemira, dividida desde 1947, sigue siendo el epicentro del conflicto, el único territorio donde dos potencias nucleares han combatido directamente en varias ocasiones.
Lo que agrava el panorama actual es la narrativa nacionalista que domina ambos gobiernos. El liderazgo del BJP (Partido Popular Indio) ha endurecido su postura sobre Cachemira, mientras que el aparato militar pakistaní sigue usando el conflicto como motor de cohesión nacional. Este discurso, alimentado por redes sociales y medios estatales, convierte cualquier incidente en una cuestión de orgullo nacional que dificulta la desescalada.
Cese al fuego: tregua o simple pausa táctica
La reciente decisión de cesar las hostilidades, tras los intensos combates de abril y mayo de 2025, fue mediada por Estados Unidos y otros actores internacionales.
La verdadera pregunta es si este nuevo alto al fuego abre la puerta a un diálogo estructural, o si se trata simplemente de una válvula de escape para evitar una guerra total ante la presión internacional.
El ministro de Asuntos Exteriores indio, Subrahmanyam Jaishankar, reafirmó el compromiso de su país con una respuesta frente a los recientes enfrentamientos armados. La declaración fue realizada durante una conversación con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, según informaron fuentes oficiales del Ministerio de Exteriores.
"Tuve una conversación con el secretario de Estado estadounidense secretario Rubio esta mañana. La postura de la India siempre ha sido mesurada y responsable, y sigue siéndolo", declaró Jaishankar en un mensaje en la red social X.
Por otra parte, el ministro de Asuntos Exteriores paquistaní, Ishaq Dar, confirmó que su país y la India acuerdan el cese al fuego. El anuncio se produjo a través de la red social X, donde Dar afirmó: “Pakistán y la India han acordado un alto el fuego con efecto inmediato. Pakistán siempre ha luchado por la paz y la seguridad en la región, sin comprometer su soberanía ni su integridad territorial”.
El cese al fuego entre India y Pakistán ofrece una oportunidad para reducir las tensiones y avanzar hacia la estabilidad regional. No obstante, el camino hacia una paz duradera requerirá compromiso, diálogo y la resolución de disputas históricas.