Ricardo Felipe Herrera

Abogado, especialista en régimen del Distrito Capital de Bogotá y magister en derecho con énfasis en derecho administrativo. Docente universitario con una experiencia profesional de cerca de 35 años con área de práctica como profesional independiente en régimen de los servicios públicos, derecho ambiental, régimen de contratación, arbitraje y amigable composición.

Ricardo Felipe Herrera

División: enemigo de la humanidad

A la división de la humanidad entre clases sociales con el nacimiento del comunismo moderno se le sumó la división entre las minorías que controlan los medios de producción (la burguesía) y las mayorías que trabajan para ellos (el proletariado). Marx y Engels fueron quienes sentaron las bases de este comunismo como solución para eliminar esas desigualdades.

La realidad es que el comunismo fracasó. Las consecuencias de esta ideología están lejos de haber logrado el objetivo de construir una sociedad sin clases y más justa. La narrativa construida y la retórica utilizadas resultaron primeramente sugestivas, atractivas y esperanzadoras entonces. Aún lo son para algunos que se distinguen por su sorprendente capacidad de vivir despistados, ajenos al interés de adoptar posturas basadas en el conocimiento y muy proclives a esquivar el rigor y la disciplina propias del trabajo exitoso.

El referente histórico por excelencia del fracaso del ineficiente modelo económico comunista centralizado que fomenta esa división corresponde a la caída de la URSS, marcada para entonces por la escasez constante de bienes básicos, una agricultura e industria poco productivas y un altísimo gasto público. Políticamente la marca de aquel se advierte a partir de un sistema autoritario y cerrado, sin elecciones libres, sin libertades civiles y una burocracia “enorme, lenta y corrupta”. 

Nada ni nadie más fascista que profesar trasnochadamente esta ideología creada e impulsada por los dos pensadores del siglo XIX antes mencionados. El fascismo es autoritario, ultranacionalista y antidemocrático. El nazismo alemán con Hitler se halla inspirado en lo mismo. En todos los casos esos dictatoriales o autocráticos líderes se parapetan en la defensa de un “pueblo” que dicen representar para construir una narrativa con el fin de lograr su propio y único beneficio. La frase “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado” es propio de estos regímenes y pensamiento ideológico. 

Después de la caída del comunismo, la realización del Foro de Sao Paulo bajo el liderazgo de Castro y Lula Da Silva, se puso en marcha en América Latina el denominado “Socialismo del Siglo XXI”, complementado con el concepto de “Progresismo”, los que en su esencia están orientados de manera nefasta pero inequívoca a generar una “multi-división” al interior de la sociedad. 

Ya no solo afrontamos una humanidad dividida entre clases sociales, entre explotadores (empresarios) y explotados (trabajadores), sino entraron en juego múltiples divisiones que solo buscan soportar un relato para dar vía libre al beneficio propio de quienes las promueven, por encima de interés alguno en defender derechos populares o en procurar una igualdad real de oportunidades y un respeto honesto por la diferencia. 

Las divisiones de la humanidad entre ricos y pobres, negros y blancos, citadinos y campesinos, hombres y mujeres, derechas e izquierdas, amigos o enemigos de la paz, del “pueblo”, etc., etc., son construcciones artificiosas y perversas de quienes persiguen, insisto, su beneficio bajo la narrativa de hacerlo para el “pueblo”. 

La única y adecuada división que de la humanidad considero que cabe es entre buena y mala gente. Entre quienes son capaces de procurar ponerse en el lugar de los otros, de sufrir o de alegrarse con ellos y entre quienes solo buscan su propio beneficio. Así, “entre los malos algunos son malísimos y entre los buenos algunos son buenísimos”. 

De cara a elegir en 2026 Presidente de la República e integrantes del Senado y Cámara de Representantes deberíamos aplicar algún test propio y personal que nos permita escoger a nuestros mandatarios basados en hechos que hablen de la capacidad, coherencia, consistencia, firmeza y comportamiento (público y privado) que los identifica, dándonos la oportunidad de evaluar cada quién si se trata de una buena o una mala persona. No hacerlo, estaremos permitiendo nosotros mismos que quedemos a merced de las narrativas, relatos y retórica de los políticos que solo buscan confundir para engañar.

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